Sin calzones
“Sin calzones” es una expresión idiomática muy popular en México, aunque los habitantes de otras latitudes tienen expresiones iguales parecidas o equivalentes, de tal manera que no estamos descubriendo el agua tibia. Sin embargo, la expresión “Sin Calzones” ha ido adquiriendo una serie de significados que obligan al estudio de cómo se mueve el uso de las expresiones populares, observando y disponiéndonos a acompañar al lenguaje popular a evolucionar y a buscarse equivalentes que indiquen las distintas circunstancias de sus usos, así como los significados variados que les asigna, con el paso del tiempo, el mismo vulgo.
Desde luego, la primera acepción de la expresión se encuentra en el campo de la historia: la tradición insiste en que la Malinche se quedo “sin calzones” frente a los conquistadores españoles, o cuando menos Hernán Cortés. No entraremos, como la tradición histórica y la popular, a profundizar los factores, las maniobras y los eventos que nos obligarían a caer en muchas explicaciones, sino que nos conformamos con señalar el vicio de la funcionalidad actual, vigente por muchos años en la cultura mexicana que, sin evidencia confirmatoria o negadora, da por hecho que lo extranjero tiene una mejor calidad que lo nacional, sea que se trate de aparatos, manufacturas, eficiencia genital, fortaleza deportiva o belleza femenina.
La segunda acepción de nuestra expresión en estudio, sobre todo en estos tiempos de crisis financieras, amenazas de que el cielo se está cayendo y expresiones de espanto de los políticos manipuladores, se refiere a la pobreza.
En este sentido, andar “sin calzones” se refiere a la escasez del dinero que nos obliga a no usarlos. De ahí que “andar a ráiz” es la expresión paralela indicativa de una austeridad obligatoria, de la severa limitación de nuestros recursos convertida en una sentencia social que debemos padecer, y no en una preferencia de atuendo que tenga nada qué ver con el calor.
En la historia mexicana, tan llena de expresiones sublimes de valor, se enaltece a la franqueza en las interacciones interpersonales y sociales, de tal forma que da lugar a otra acepción y significado de “sin calzones”, ya que, tanto los comerciantes, los puesteros de mercado, los proveedores de bienes y servicios y los políticos redentores del pueblo vociferan en sus declaraciones explicativas que se conducen con veracidad y que sus pronunciamientos son emitidos “a calzón quitado”, otra acepción paralela de nuestra expresión en estudio que resulta explicativa, aunque pocas veces creíble.
Cuando esta proclamada sinceridad sucumbe ante la crítica de quienes sí acostumbran el ejercicio de las neuronas, no compran porque lo anuncian, ya que piensan en lo que les dicen, el protagonista de las declaraciones francas y veraces se ve investido de vergüenza, como si “se le cayeran los calzones”, dando origen a otra expresión paralela, indicativa de que el sujeto se siente desnudo, descubierto ante quienes deseaba impresionar, por lo que esto ha resultado en las declaraciones de quienes relaten tales episodios de desnudez abajo de la cintura, cuando declaran “se me cayeron los calzones”. Desde luego que esto es cierto en muchas otras circunstancias y escenarios, en los que la pérdida de tan mencionada prenda ocurre frente a una situación inesperada de alta vulnerabilidad, como es la confrontación con la realidad a pesar de que se trata de huir de ella.
Por supuesto, las referencias sexuales de una expresión tan concreta y gráfica como “sin calzones”, constituyen una descripción obligada y tienen un lugar preponderante en un país y en una ciudad en los que se hace gala de tales referencias para ganar una ventaja social en relación con el grupo o presumir, aunque no sea verdad, de éxitos en las conquistas amorosas de ambos sexos.
Así, el tema de la seducción está muy presente en la expresión “sin calzones”, ya que estamos hablando de la referencia directa y concreta que hace el protagonista, muchas veces usando expresiones secundarias como “me lanzó el calzón”, refiriéndose a quien toma la iniciativa de seducir, o “le bajé los calzones”, cuando se llegó, verdadera o fantasiosamente a la culminación del acto de seducir. No nos meteremos en la exploración de la veracidad o no de estas afirmaciones, ya que es muy difícil comprobar la veracidad de quienes proclaman varias hazañas de esta naturaleza, sobre todo en una cultura en la que la exageración y la presunción forman parte del narcisismo defensivo de quienes desearían lograr hazañas sin contar con los elementos reales de lo que proclaman.
A estos últimos, por supuesto, se le atribuye la misma desnudez (ahora de valor) cuando, al referirse a ellos, se comenta que “no tiene calzones”, o sea, que no tiene la iniciativa, o el valor, o la fuerza necesaria para realmente lanzarse a algo. En este terreno, el de “tener los calzones”, probablemente la gran mayoría de nosotros hemos tenido ocasión de sentir que no nos lanzamos a algo.
Si el lector o la lectora ha seguido con atención la secuencia de estas meditaciones filosóficas (sic), se dará cuenta de que nos encontramos frente a una expresión idiomática y sus variantes, todo lo cual nos va llevando al tema de la verdad en el análisis de cualquier persona o situación. Buscar la verdad y enfrentarla es una tarea común que, desde el principio, se trasluce cuando hablamos “sin calzones”; es decir, si bien esta expresión ha evolucionado en la cultura mexicana de muchas y diversas maneras (y claramente me quedo corto) no dejamos de hablar de situaciones, comunicaciones, eventos, interacciones personales, comunicaciones sociales y declaraciones de amor en las cuales se revela la verdad, se descubren sus significados, se destapan secretos o se cae en cuenta de lo que realmente hay, por lo que enfrentar algo, o alguien, que no tiene calzones resulta en mirar a ese objeto, situación o persona de una manera real, deseando entender su “sincalzonería” como para resolver en lugar de huir.
Después de todo, vivir la vida “sin calzones” abre la posibilidad de entenderla y, cuando menos, puede ser una medida sana y ecológica.