sábado, 17 de octubre de 2009

Mecanismos Mentales de la Violencia

La experiencia de vivir en comunidad es una búsqueda de paz y apoyo para el desarrollo de la convivencia humana productiva, buscando un escenario común en el que cada individuo, cada familia y cada grupo social encuentre los elementos para su desarrollo saludable y para lograr sus metas.
Cuando la convivencia encuentra conflictos, los seres humanos tenemos la capacidad de negociar para resolverlos, haciendo uso de nuestro lenguaje para dialogar y explicar nuestras razones, ofrecer acciones, reclamar o conceder.

Este proceso presupone el uso del lenguaje antes de la acción, de las explicaciones antes de la destructividad.
A lo largo de los últimos años, se ha visto una perdida creciente de la capacidad negociadora de personas y grupos, y vemos cada vez más el recurso de la acción, y de la acción destructiva, de tal manera que la existencia actual de nuestro México se distingue por la enorme frecuencia de episodios violentos que se dan en todos los ambientes y en la mayor parte de las interacciones humanas. Constantemente se nos describen, en los medios masivos de comunicación, desde los episodios de maltrato dentro de una familia, pasando por el abuso sexual, las peleas callejeras por incidentes estúpidos de transito, las reyertas dentro de los antros y los estadios, o a la salida de los mismos llegando a los asaltos, al robo con violencia, a las violaciones, a los secuestros y a los crímenes pasionales.

Estos ejemplos son de naturaleza distinta a otras manifestaciones de conductas violentas que tienen una intencionalidad en la afirmación de las pandillas, tanto de delincuentes como de políticos, y una planeación que incluye la graduación de gravedad en la violencia, su duración y su control por parte de quienes organizan estas instancias de terrorismo social.

Una tercera instancia de violencia la encontramos en los actos de guerra que se han estado dando entre las pandillas de narcotraficantes, o entre los traficantes y los representantes de la autoridad policiaca o militar; obviamente, aquí se habla de una guerra para adquirir, conservar y acrecentar un poder, siempre más allá de lo que en México se proclama siempre, pero se conoce como broma, que es el “Estado de Derecho”.
¿De qué estamos hablando? Estos cientos de manifestaciones violentas, en su mayoría no planeadas, constituyen ejemplo y demostración de la precaria organización del aparato mental de la mayoría de los mexicanos. Estamos frente a múltiples y frecuentes manifestaciones del desbordamiento de las descargas instintivas, de la falta de capacidad de juicio que permita la demora de esa descarga, y lejos del ejercicio de una capacidad para negociar la solución al problema inmediato. Pareciera como si una mayoría de los mexicanos estuviera gobernada por los instintos, sin un aparato mental que pueda esperar, compaginar la información o la percepción, procesarla mediante la reflexión y decidir cómo resolver una situación sin violencia.

Lo que conocemos acerca del desarrollo de la persona humana nos permite ubicar este tipo de conductas en las etapas más tempranas del desarrollo. Después de todo ¿No es alrededor del segundo año de la vida que las reacciones de niños y niñas se describen como berrinches, como pataletas, o como simples descargas de un egocentrismo que no nos permite el acceso a la reflexión?
Claramente vemos en nuestros paisanos, hombres y mujeres, jóvenes y “maduritos”, reacciones de una estupidez superlativa, manifestaciones de violencia injustificable, y conductas que son un insulto a la naturaleza humana.

La observación cuidadosa de estas conductas, actitudes, modos de reaccionar y descargas de violencia, pone de manifiesto una patología social que explica muchas otras conductas además de las descargas violentas. Podemos citar la ya famosa “puntualidad mexicana”, los tramites necesarios que se hacen hasta la última hora, el endeudamiento sin medida, el consumismo sin pensar y las promesas que jamás serán cumplidas, aunque se hagan en el momentáneo despliegue de una emocionalidad dramática y aparentemente sincera.


Todo esto es una patología social producto de una educación que va consagrando estas costumbres de una generación a otra. También es el resultado de un proceso educativo antediluviano que se reduce a la memorización de letras y números, de conceptos que no se explican y de técnicas repetitivas interminablemente. Si tomamos como ejemplo la enseñanza de la historia, podemos ver que ésa memorización transforma el dinámico y fascinante devenir de la historia humana en la repetición de eventos, fechas y personajes, que finalmente la transforman en una iconografía estéril. Si así es ¿Qué esperanzas podemos tener de que los mexicanos seamos realmente responsables de nosotros mismos y capaces de construir un país para el siglo XXI? La falta de una organización mental suficiente nos transforma en perdedores cuando se trata de planear a largo plazo, de trabajar en equipo o de competir en calidad.

Cuando la mente humana carece de las funciones superiores como el lenguaje, la percepción, la planeación, la reflexión y la organización de la conducta hacia fuera, se dice que esa persona no ha desarrollado el Proceso Secundario suficiente para tener una identidad y gobernar su vida. Por el contrario; se describe a una persona así, como prisionera de su Proceso Primario o sea, sujeta a la descarga fácil e inmediata de sus reacciones emocionales con fallas en el juicio de la realidad que la circunda, al mismo tiempo que es incapaz de medir las consecuencias de sus actos. Si una familia no ofrece los límites a las agresiones mutuas, las reglas de una convivencia, o el respeto que se merecen unos a otros, seguirá viviendo cada día predominando el Proceso Primario. Si un sistema escolar pretende la memorización de todo tipo de informaciones, sin privilegiar el razonamiento, la planeación, la búsqueda del conocimiento y su aplicación a la realidad circundante, seguirá siendo capaz de dilapidar millones de horas de enseñanza real con pretextos mucho menos valiosos, y no está proveyendo los canales de desarrollo del Proceso Secundario. Si los medios de comunicación masiva, como sucede en nuestro país, gradúan el lenguaje de sus programas y de su publicidad enfocándolos a tratar a los espectadores, o como retrasados mentales, o cuando mucho como personas que no pasan de un nivel de los primeros años de primaria, podrán seguir ganando dinero, pero fracasarán a la larga si no desafían a su público a pensar. Los gobiernos y gobernantes que pretenden seguir viviendo en la mentira, en la corrupción y apoderándose del dinero como botín, están ellos mismos violentando y traicionando la función que pretenden desempeñar, perdiendo al mismo tiempo las oportunidades de escribir la Historia y ejercer un liderazgo real.

Desde luego, hay mexicanos que piensan, estudian, desarrollan su Proceso Secundario y que buscan funcionar en sus oficios y profesiones; son los que progresan, los que protestan y los que buscan los remedios, cuando menos para sus propias familias. Desgraciadamente, son un porcentaje minoritario y bajo de la población general. Los demás caminan en manada, viven en el proceso primario y ni siquiera toman conciencia de su propio potencial.

Cuando se hace un análisis social y se ponen en evidencia las fallas en el funcionamiento comunitario, resulta de elemental ética señalar también los elementos, las personas y las acciones que pueden utilizarse para estimular, para formular y para llevar a cabo las conductas personales y colectivas que tiendan al mejoramiento de la convivencia humana. Si ubicamos las causas principales de la violencia en amplios grupos de nuestra sociedad refiriéndonos al proceso del desarrollo de la persona humana, no estamos lejos de la verdad si nos atenemos a aquellas experiencias que corrijan dicho proceso.

Para estimular la tolerancia a la demora en la satisfacción de nuestras necesidades, necesita existir dicha demora desde las etapas de bebé, de manera que la satisfacción demorada (el pecho materno, biberón, el baño o la limpieza) llegan indefectiblemente y generan la certeza segura de que el bebé no está solo aunque llore un buen rato.

Del bebé mayor al preescolar, el aprendizaje más útil es el que pone límites a sus exigencias egocéntricas, de manera que aprende, el niño o la niña, que no son el centro del universo, sino que están conviviendo con otros miembros de la familia, cuyas necesidades, actividades y posesiones deben ser igualmente respetados. Los estudios que se han realizado acerca de la utilidad de los limites estables comprueban que ayudan a estructurar la vida cotidiana y constituyen una fuente de seguridad para la niña o el niño, además de permitir que la estructura externa y con limites establezca el poder esperar, dialogar, razonar y entender de manera más sólida. El “ingrediente mágico” consiste en que quienes ponen limites y proporcionan esquemas estables sean razonables y capaces de explicar con palabras, en lugar de gritos y golpes.

A lo largo de la niñez y hasta la adolescencia, el desarrollo del lenguaje y del razonamiento permite que los niños y las niñas sean cada vez más capaces de comunicar lo que piensan y lo que sienten. Por lo tanto, la expresión libre, la negociación, la planeación y la creatividad ya constituyen los instrumentos de convivencia más nobles. Por otra parte, los encargados de ejercer autoridad tienen éxito y constituyen figuras de respeto, y aún modelos a imitar, cuando son capaces de respetar y estimular los razonamientos y la creatividad de los propios niños.

Durante la adolescencia y sus subetapas, se regresa a la necesidad de que la estructura social externa, no sólo ponga límites, sino que también los explique y los mantenga razonadamente, sino que también sean capaces de aceptar y canalizar la creatividad de los jóvenes, siempre haciéndolos responsables de sus conductas e iniciativas, así como de la previsión y remedio de las consecuencias de sus actos.

Como se puede ver, la llegada a la edad adulta da por hecho que las etapas del desarrollo se han cumplido, y que tanto los individuos como los grupos son capaces de detenerse a reflexionar mediante lo que hemos llamado el proceso secundario de la mente. Podemos explicarnos que no ocurra así en muchos casos, pero no es, de ninguna manera, una justificación para quien opta por la violencia.

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