miércoles, 20 de julio de 2011

Elgatopardo del cambio social

Durante las ultimas décadas, ha habido periodos largos en los que se ha incluido una visión científica del desarrollo psicológico del ser humano, ciertamente en la preparación de los paidopsiquiatras, en el programa académico de los pediatras y, con alguna frecuencia, en los programas académicos de los educadores y profesores de primaria. Esta inclusión de conceptos secuenciales del proceso del desarrollo no ha sido constante ni pareja, ya que depende de otras áreas del conocimiento que han ido cambiando de tal manera que el contenido acerca del desarrollo psicológico de la personalidad, o se pierde, o se módica.

Como vivimos en un país que muestra a cada paso y en muchos ámbitos dificultades serias para el progreso del desarrollo de su población hacia metas de autonomía y del ejercicio vital de sus capacidades, una de las necesidades perentorias en todas nuestras comunidades es la de hacer conciencia de esta problemática de inmadurez ignorante para que se pueda movilizar cada individuo, cada familia y cada comunidad hacia una dinámica nueva de maduración emocional y desarrollo de capacidades. Hemos fundamentado en otros trabajos como una gran mayoría de la población de México vive en un sistema medieval de organización social, caracterizado por la existencia de una clase dominante sin cortapisas, (dinero, poder, impunidad), a la que se le agrega una serie de pandillas que pueden llamarse “Partidos Políticos” o “Carteles”, frecuentemente con funciones mixtas o intercambiables; esto hace que el grueso de la población se encuentre inerme ante el ejercicio del poder y las maniobras para conservarlo.

Si consideramos que esta situación social lleva siglos de establecida, debemos señalar que se trata de conglomerados humanos dependientes, acostumbrados a recibir dadivas y a ser explotados, sin la visión clara de cuales son sus posibilidades de crecimiento y con el temor irracional al cambio, que los mantiene en una situación de pasividad, de falta de iniciativas, de apertura a salir del rol asignado y temiendo siempre a perder las “ayudas” que de forma viciada se van transformando en “derechas” que el populismo reinante admite, usa y explota. No existe, en los programas de ayuda, ni el componente programado del seguimiento en términos del desarrollo, ni la búsqueda de la realización seria de las posibilidades y recursos personales de quienes reciben estos beneficios.

Este contrato social de hecho se traduce, a pesar de muchos esfuerzos, en una basta ignorancia acerca de los procesos del desarrollo, si a esto agregamos las fluctuaciones en los programas académicos de médicos pediatras y maestros, el resultado es que los instrumentos, que podríamos tener para buscar un cambio en la conducta social están bloqueados por la ignorancia, favorecidos por la corrupción y explotados por quienes buscan o ejercen el poder mientras la población en general sigue temiendo el cambio, defendiendo las limosnas que recibe sin la conciencia critica que se permita cuestionar una situación de hechos.

Las instituciones gubernamentales, los programas asistenciales y de salud, los cacareados proyectos de asistencia social del sector privado y las agrupaciones que predican el cambio, no incluyen en su visión del universo en que trabajan la inclusión de información, explicación, persuasión y seguimiento del ejercicio de la responsabilidad que tiene cada persona por si misma. Las agrupaciones oficiales y privadas que incluyen en la definición de sus funciones el mejoramiento de sus agremiados (asociaciones, sindicatos, etc.), consideran una amenaza a la hegemonía de sus líderes cuando se plantea que funcionen como agentes de cambio para desatorar el desarrollo de sus membresías. Capitulo aparte merecen los gritos, denuncias y las predicas de agencias sociales poderosas como la iglesia católica y otras, las centrales sindicales, la policía hasta recientemente y los programas de servicio social obligatorio. Todas estas agencias sociales que deberían propiciar, cuando menos, la salida de aquellos quienes influyen de una situación de pasividad asustada claramente prefieren conservar su posición de predominio que sus agentes de cambio.

UN ABORDAJE TERAPEUTICO GENERAL

Imaginaremos ahora nuestra disposición y entusiasmo para proponer soluciones a esta colección de actitudes conservadoras que impiden el cambio que perpetua la victimización de los sujetos, y que transforman las ayudas recibidas en derechos inalienables, que distorsionan la visión social de tal modo que los que pueden dar se conviertan en los villanos sociales que oprimen a los pobres pedigüeños. Generalmente, así como no hay consciencia de enfermedad, cualquier pregunta acerca de lo que el receptor contribuirá (esfuerzo, búsqueda de empleo, capacitación o abandono de adicciones) convierte al donante, persona o institución en un perseguidor injusto del que hay que huir. La mayor parte de los esfuerzos institucionales públicos o privados se convierten rápidamente en “ayudas a las que tienen derecho los pobres” y las expectativas grupales son que se otorguen permanentemente.

El propósito de realizar un diagnóstico psicodinámico que explique las estructuras mentales y los síntomas que se derivan de la falta de un funcionamiento adecuado es configurar un punto de partida para planear, iniciar, continuar y evaluar un plan terapéutico que lleve al paciente al cambio benéfico, a la ampliación de sus funciones mentales y a la reanudación saludable de su proceso del desarrollo. Cuando abordamos a lo pacientes que no se percatan de que su desarrollo se ha detenido, las acciones terapéuticas tendrán que ser claras y concretas para plantear las metas inmediatas de la reanudación del desarrollo.

Esto particulariza de tal manera la interacción terapeuta- paciente, que no es posible que las acciones colectivas produzcan los resultados deseados. Se tiene que establecer un programa particular para cada desarrollo individual, de modo que el terapeuta y el paciente puedan convenir en las primeras metas a cumplir como condición de una ayuda continuada. Desde luego, la ayuda continuada siempre tendrá más que ver con el encaminarse hacia la autonomía que con recibir ayuda monetaria o en especie.

Frente a esta problemática, entonces, lo primero que hay que considerar es la imposibilidad de que haya remedios colectivos a problemas individuales. Cada persona, quizás acompañada de su familia nuclear, tiene una visión de sí mismo que abarca sus capacidades y sus limitaciones, cada una de ellas cargada emocionalmente con los significados que le dictan su historia y sus experiencias. El diálogo que se puede establecer con estas personas tiene que ser a partir del conocimiento de esta imagen de sí mismo, para poder encontrar acciones inmediatas que puedan mejorar sus situación ( la del receptor ) por medio de su propio esfuerzo y acciones, que serán monitoreadas en el corto plazo para que la ayuda ofrecida pueda ser continuada. Cuando resulta claro que el esfuerzo se realiza y se cumplen las metas convenidas, se seguiría proporcionando la ayuda y monitoreando los resultados.

Cuando no hay resultados, se debe considerar la utilización de esos recursos con personas y/o familias que sí tengan la posibilidad de hacer su parte.

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1 “Los clientes de la estupidez” En: Una Voz. Edición del Autor, 2004.
“El México Enfermo” En: Homofragil.com, Junio 2011.

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