miércoles, 24 de junio de 2009

Una Democracia Dinámica

Entre los anuncios repetitivos que pretenden inspirar a la ciudadanía a votar, hay uno que termina diciendo: “así, nuestra democracia crece y crecemos todos”. Escucharlo así, vez tras vez, lo que ocasiona es que cerremos el oído y desconectemos las entendederas, ya que estamos siendo tratados como una amplia borregada de retrasados mentales, si nos quedamos simplemente con la frasecita repetida.

Sin embargo, cuando sí reflexionamos, cabe pensar acerca de ese doble proceso de crecimiento, el de la democracia y el de cada uno de los ciudadanos que pretendemos vivir en ella. Por una parte, resulta tonto creer que la democracia crece sólo en la medida en que más personas votamos. Por otra parte, el solo acto de votar no nos hace crecer como ciudadanos en una democracia. Quienes pretenden circunscribir el ejercicio democrático de la ciudadanía al acto de votar están escondiendo el vasto panorama de crecimiento que la misma democracia demanda para merecer la consideración que el término reclama. El ejercicio de la democracia, en tanto que es el gobierno del pueblo, es un proceso de convivencia comunitaria que se inicia apenas con el ejercicio del voto. Tiene una dinámica de movimiento que rápidamente se transforma en el dialogo que debe existir entre gobernantes y gobernados, y que tiene las mojoneras o indicadores de ruta que nos permiten constatar si el proceso se da, si se detiene, si hay distorsiones u obstáculos, de donde vienen, y que hay que hacer para corregirlos. Asi, nuestra democracia crecerá en la medida en que los ciudadanos realmente tengan una comunicación con quienes gobiernan.

El primer movimiento que se da es, por supuesto, el acto de votar, que exige que los candidatos sean conocidos, identificados y entendidos de acuerdo con la coherencia de los programas que presentan personalmente. Para los candidatos, la primera toma de conciencia es que los candidatos elegidos, al serlo, dejan de ser representantes de sus partidos como identidad principal, para adquirir responsablemente la identidad del puesto, cuyas funciones se habrán de desempeñar para todos, y no solamente para los “cuates” del partido. El proceso democrático, a través del voto, convierte al candidato en funcionario, y se espera que “funcione” para todos.

Este primer movimiento no exime al ciudadano de seguir funcionando como tal: en una democracia verdadera, el ciudadano se ocupa de saber cuales funcionarios, electos o no, tienen que ver con su participación ciudadana en la comunidad en la que vive. Esto significa que los ciudadanos mexicanos conozcan el nombre, domicilio y el teléfono de aquellos funcionarios a los que no solo hay que dirigirse en caso necesario, sino que el ciudadano deberá estar enterado del desempeño de cada uno de ellos, y participarles su opinión acerca de los asuntos de los que es responsable el funcionario. La realidad nos dice que son muy pocos los ciudadanos mexicanos que sabemos quienes son nuestros diputados locales, diputados federales, jefes delegacionales o presidentes municipales; mucho menos sabemos su domicilio, su teléfono y sobre todo su desempeño en el puesto para el cual fueron elegidos. Sí hay rumores acerca de actos de corrupción, ausencias, transas o abandono de funciones, no hay grupos de ciudadanos que recaben pruebas de estas distorsiones en el cumplimiento de sus funciones, ni existen instrumentos al alcance de los simples ciudadanos para instrumentar protestas, para aportar pruebas y para buscar la destitución de quienes traicionan el voto ciudadano.

Seguramente, estos ejemplos de actitudes ciudadanas frente a diversas conductas políticas solo constituyen pequeños ejemplos de un proceso democrático que lleva a la practica cotidiana la participación de todos en un dialogo continuo entre gobernantes y gobernados.

La existencia de una epidemia de Influenza tipo “A” H1N1 constituye un ejemplo mas fácil de entender acerca de cuando sí se da el proceso democrático y cuando no. La necesidad de que los gobernantes tengan una comunicación efectiva con los ciudadanos se manifiesta, no solo en los acuerdos y disposiciones que se toman, sino que se pone en evidencia la necesidad de informar detalladamente a la ciudadanía acerca de todas estas disposiciones, de sus fundamentos científicos, de los hechos que cotidianamente de revisan y, desde luego, de la indispensable participación ciudadana en la realización de las tareas necesarias para contener la epidemia. Una ciudadanía bien informada generalmente responde con una buena participación en hechos tan obviamente necesarios para evitar contagios y muertes. Un valor agregado lo constituyen las acciones que pueden quedar vigentes como practicas saludables: la limpieza de las escuelas, la atención a contagios, etc.

Secundariamente, han ido surgiendo las criticas acerca del desempeño de los gobernantes, claramente azuzadas por la acción de grupos de poder, de los llamados partidos políticos, o de quienes se sirven de estas situaciones para atacar, descalificar y tratar de destruir a quienes están a cargo de la normatividad médica. Así, han surgido publicaciones, rumores y acusaciones sin sustento ni pruebas, que describen el origen, el manejo, la manipulación de las acciones gubernamentales, denunciando desde lo inepto hasta las teorías de una conspiración para destruir al país. Claramente son denuncias y ataques mediáticos. Hasta la fecha, no hay una denuncia oficial a la que se anexen pruebas que obligaran a la destitución de los funcionarios, independientemente de que las criticas y las denuncias tengan meritos o no. Cuando hay grupos de ciudadanos que viven su participación democrática en ese dialogo continuo con los gobernantes, trabajan y encuentran las vías de comunicación para obtener la información adecuada o para hacer críticas o denuncias.

Una democracia es un país o una comunidad gobernada por los ciudadanos, comenzando con los actos electorales y participando del dialogo continuo con sus gobernantes. Las estructuras de una sociedad democrática deberán proveer medios e instrumentos cada vez mejores para qué dicho dialogo permita que el pueblo siga gobernando.

sábado, 13 de junio de 2009

COMENTARIOS DE CAMPAÑA

A lo largo de las últimas semanas, se ha ido extendiendo la idea de que los electores podemos acudir a las urnas, inutilizar con una gran X (tache, ¿no?) cada una de las boletas electorales, inutilizándolas, o bien las podemos dejar en blanco con la misma consecuencia de aportar un voto por nadie, y en contra de un sistema político fracasado.

Esto desató a todos los comentaristas al servicio del gobierno, o de los “partidos políticos”, o del IFE, como si se hubiera dado la alarma de que los agarren sin calzones y los exhibamos ante el mundo como son: inútiles, corruptos y mentirosos.

Yo quiero hacer una aclaración personal acerca de mi postura. No me importa a quien favorezco si inutilizo mi voto. Será un voto en contra de las pandillas de rateros que nos explotan, para ser continuado con las siguientes propuestas:


  1. Que se termine el subsidio a todos los partidos políticos.
  2. Que se prohiba que haya “comisionados” en plazas gubernamentales que trabajen con los partidos, o con los sindicatos, o en la casa del jefe, o en el taxi del que manda en la oficina.
  3. Que ningún sindicato tenga pertenencia a ningún partido político. En tanto que representante de trabajadores, que funcione como tal, emplee y PAGUE a su propio personal y reconozca la libertad de cada trabajador para que pertenezca a un partido o no, y pueda votar sin presiones.
  4. Que los diputados y senadores trabajen 300 días al año, redactando leyes, estudiándolas y auscultando a los que sí saben de los temas para que no se las den de saber de todo. Si faltan a sus labores sin justificación, que se les descuente el día.
  5. Que se elimine el fuero de los legisladores. Si la riegan, que lo enfrenten sin esconderse.

Estas son las primeras, y se ha de notar, si el lector lo piensa tantito, que son el comienzo de una rendición de cuentas que debe durar todo en trienio, o todo el sexenio, o toda la vida de los ciudadanos que, en última instancia, somos los patrones de los que llegan por elección a un puesto. La democracia es, después de todo, el gobierno del pueblo. Si queremos democracia, todos los ciudadanos somos patrones y debemos reclamar cuando lo que se ofrece no se cumple.


MI VOTO, EN BLANCO O TACHADO, ES UNA PROTESTA CONTRA UN EJERCICIO POLÍTICO INEPTO, INÚTIL Y TRAMPOSO.

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