EDUCACIÓN Y CONFUSIÓN, O DE CÓMO NOS HACEMOS BOLAS PARA NO CAMBIAR
Durante los últimos sexenios, se han ido agudizando las críticas de muchas fuentes acerca de “la pobre calidad de la educación en nuestro país”, expresión que cotidianamente se usa en diversos contextos para dizque protestar, asignar culpas, demandar soluciones, demonizar a personas y a grupos, sin que finalmente se logre nada. Por el lado oficial, han ido surgiendo programas, excusas, cambios de sistema, premios a los altos promedios, becas y hasta declaraciones mentirosas de que la educación en México esta mejorando.
Este remolino oculta la verdad, y la transforma en una bolita que todos tratan de esconder para acusar al de enfrente de que no está haciendo lo que le corresponde. Los ejemplos abundan:
Los maestros se pronuncian con frecuencia para llamar la atención hacia los procedimientos autoritarios de las autoridades estatales y federales que los tienen en la miseria, pero hacen plantones de protesta de semanas y meses, bien financiados para viajar, sin miedo de quedarse sin el pan de su familia y con muchas comodidades que ni en su casa…
La SEP cita a múltiples autoridades académicas de México y del extranjero para demostrar que su infatigable labor, y la de los maestros, por supuesto, nos tiene a la vanguardia en el mejoramiento de los estudiantes, o repiten sin descanso el coro de la “carrera magisterial” que no sustituye las palancas y las componendas que se usan para trabajar lo menos posible, y pintan un panorama optimista con el sistema de las competencias (la teoría de la moda, traída de Inglaterra), mientras demonizan a sus críticos.
La inefable y respetuosa jerarquía católica, que habla con la lengua dividida al decir que no quiere cambios en la constitución de este país, “pero que si el pueblo pide educación religiosa, el gobierno debe proveerla”. Tienen razón, las leyes en México son la pelota en el deporte más popular: hacer que no cuenten para mí. Al fin ni se dan cuenta los fieles de que los estamos engañando con más atole con el dedo…….
Lo mismo hacen los pandilleros metidos a políticos: ni siquiera se dan cuenta de que las contradicciones tontas, que resultan ser sus declaraciones, se noten, pues dicen lo mismo que hace 15 ó 20 años a favor de la educación, pero poco aportan efectivamente. Los aparatos partidistas se parecen mucho a las pandillas del “crimen organizado”, o ¿no se nota?
Por su parte, las instituciones educativas públicas y privadas se apartan de ver los problemas graves de los malos resultados en la educación básica, pero la modifican poco, no dejan de orientar a la población hacia las licenciaturas como si fueran seguro de empleo, mientras la educación media superior con su gran surtido de oficios técnicos se queda estática, poco práctica y sin recursos para evitar que existan siete millones de “ninis”, los que ni estudian ni trabajan, y nos quedamos sin el concurso suficiente de las carreras técnicas tomadas en serio.
Todos estos temas se tratan y se les da vueltas como si sus contenidos fueran “la mera verdá”. No hay mucha producción de opiniones, y menos de proyectos, que comiencen con un planteamiento verdadero de lo que sucede entre los mexicanos, que nos tiene ciegos ante un mundo que ya nos lleva decenios de ventaja en el desarrollo de poblaciones dinámicas que sí son capaces de ir modificando los movimientos sociales hacia el destino de autonomía, competencia (la de de veras, la de ser competente y competir, como los ingleses),la creatividad y la fuerza que lleva a las comunidades al cambio de vida que no repite la historia, sino que la mueve, la crea cada día.
Pero entonces, ¿dónde está la clave del problema? ¿De qué estamos hablando cuando mencionamos siquiera “el problema educativo de México”? ¿Por dónde comenzamos a enfrentarlo con verdad y conocimiento? ¿Acaso el gobierno, la Iglesia Católica, las escuelas públicas y privadas, los políticos, los maestros y sus lideres no saben lo que están haciendo?
Por supuesto que no. No sólo no se aborda el problema en su origen real sino que se transfiere, se convierte en pelotita y se pasa al que se deje pescar como responsable mientras inventa la manera de pasarle el problemita a otro.
Para comenzar, estamos hablando de educación, el proceso que lleva a los niños, a los adolescentes y a los adultos (si, los adultos también aprenden), a la adquisición del conocimiento y a su aplicación en la solución de problemas, a la creatividad que cambia a la comunidad, y a la productividad que logra obtener satisfactores de diversos tipos para cada persona. Este proceso arranca del nacimiento, tiene etapas conocidas y es la responsabilidad primaria de quienes le dieron la vida al sujeto – los padres. Al provocar la gestación de un ser humano nuevo, adquieren la responsabilidad de convertirse en las figuras que proveen alimento, protección, estímulos para el desarrollo, modelos para que el mismo desarrollo se dé, y todo un mundo que va a ser asimilado, introyectado y que vivirá en el interior de ése ser humano como la base y esquema de su vida, de su seguridad y de su visión del mundo.
Estas experiencias, personas y eventos de los primeros años de vida son tan importantes que se convierten en las maneras que tendrá ése niño o niña de adquirir una identidad, un estilo de relacionarse con el mundo y con cada uno de los sujetos con los que se encuentre. Esta etapa define, junto con su temperamento innato, su nivel de actividad, su búsqueda de conocimientos y experiencias, la facilitación o no de la adquisición de conocimientos y, junto con todo ello, la capacidad de buscar conocimientos, usarlos para resolver la vida y ser capaz de crear cosas nuevas cada día, de expresar lo que se siente y de buscar cambiar lo que lo detiene o estorba.
Si usamos nuestra imaginación, podemos ver fácilmente cómo, aun los viejos, llevamos todavía las formas de vivir que nos enseñaron esos primeros años. Si usamos la memoria, podemos recordar las experiencias que nos han sacado de una etapa y nos han llevado a la siguiente, lo que hemos sentido al lograrlo, la fuerza que tenemos para continuar a una nueva porque así lo decidimos en el ejercicio de nuestra autonomía, de nuestra libertad de ser.
Cuando se crece en medio de temores, ignorancia y sometimiento, los movimientos naturales hacia la autonomía creativa y responsable se ven impedidos, se aprende a dejar que sean otros los que resuelven, a no pensar, ni luchar, ni cuestionar si me dicen la verdad o no. Así, vamos dejando que sean otros los que determinan lo que compramos, lo que pensamos, lo que debemos obedecer, etc. Sin embargo, los mexicanos somos prontos para la transa, la excepción, la palanca o el descuento. Creemos los cuentos de hadas de los políticos, de los curas, de las campañas de ventas o de las limosnas, y tratamos de que todo ello se convierta en derecho, en ley que obliga a otro a que me dé algo sin trabajar, que me siga teniendo como pobre y como usufructuario de sus culpas.
¿Cuál es, entonces, la función de las instituciones educativas en esta olla de confusiones? ¿Cuáles son los instrumentos y los ejemplos de lo que sí se puede hacer para que la educación sea real, y lleve a los individuos a un desarrollo sano, y a las comunidades a salir del marasmo?
Dicho de manera simple, los papás y las mamás lo determinan. Las escuelas seguirán siendo buenas y malas, dependiendo de si son para educar o para lucrar, si abren los horizontes del conocimiento o insisten en una visión tubular que perpetúe la pobreza y el sometimiento. Los gobiernos seguirán siendo inútiles agujeros donde viven los que se roban nuestros dineros, o podrán responder si continuamos presionando, votando con “equis grandotas”. Las instituciones se seguirán defendiendo contra el cambio. Somos las personas, una por una, familia por familia, en pequeños grupos, los que luchamos por dar a los hijos un horizonte de verdad, una oportunidad de crecimiento real, creativo y funcionante. Esta responsabilidad no se transfiere: aun sin darnos cuenta, seguimos transmitiendo mensaje y ofreciendo modelos de cómo ser, de cuál es nuestro plan de vida, de cómo funcionamos solos, en familia, en grupo o en comunidad, independientemente de los “rollos” que decimos, o las mentiras que apoyamos.
Lo que hay en el entorno, bueno y malo, es un material para construir a la persona humana. Esta construcción se realiza a partir de la relación más temprana, que es la del bebé con su madre y con su padre, mediante la percepción detallada y repetida, que se va ofreciendo sin que medien las palabras, sino a través de acciones y reacciones, actitudes y maneras de resolver la vida. Si no tomamos en cuenta estos aprendizajes, los “sermones” de las mamás y los papás son percibidos como lo que son: los “rollos” detrás de los cuales se da la verdadera educación.
Podemos hacer muchos análisis pedagógicos sesudos y sofisticados, pero al final del día la educación proviene de los padres, de las figuras reales y constantes. Lo demás se compra con los impuestos o con colegiaturas, pero no suple la responsabilidad real de los padres frente a sus hijos. También podemos quejarnos de la “maestra” y de los “maestros”, pero no olvidemos que los papás y las mamás son los que enseñan a someterse quejumbrosos o bien a superarse con los recursos propios.