jueves, 21 de mayo de 2009

Lloren conmigo, por Oaxaca y por México

Hace muchos meses, comenzó en Oaxaca una huelga de maestros, con un pliego petitorio que pedía soluciones salariales, de clasificación de plazas, etc. Se agregó la demanda de que se quitara al gobernador del estado. Al pasar los días, esta demanda tomó el lugar central del movimiento, de tal manera que poco se supo de las gestiones que tenían qué ver con lo laboral. Los huelguistas se posesionaron del centro de la ciudad capital, así como de espacios similares en otras poblaciones. Negociaciones iban y venían y, cuando parecía que ya había propuestas de acuerdo, repetidamente se rechazaban, generalmente por el grupo de manifestantes, y se volvía a la demanda de la renuncia del gobernador. El grupo de maestros en huelga se convirtió en el núcleo de un grupo más amplio, que se llamó Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, o APPO. Siguieron ocupando los lugares públicos centrales de Oaxaca, siguieron exigiendo que se quitara al gobernador, siguieron estorbando la vida comunitaria y amenazando con violencia, mientras acusaban a quien no estuviera de acuerdo con ellos, de represión, de violencia y de todas las culpas sociales, mientras ellos insistían en que constituían un movimiento “pacífico” y “no violento”.

Por su parte, las autoridades estatales, de la SEP, de la Secretaría del Trabajo y de la Secretaría de Gobernación, estuvieron todo el tiempo a la expectativa, siempre declarando que “seguirían la vía del diálogo” y evitaban confrontaciones que les hiciera objeto de nuevas acusaciones. Finalmente, se desplazaron fuerzas de la Policía Federal Preventiva, hicieron intentos de desalojar el centro de Oaxaca capital con resultados variables y procedimientos que cuidadosamente evitaron violencias mayores. Los manifestantes tomaron la Universidad estatal, que todavía intenta reanudar sus labores sin un resultado definido. Se prometió que habría clases en noviembre en todo el estado.

Los padres de familia, maestros jubilados, maestros voluntarios, y otros, han intentado realizar las labores educativas a lo largo del conflicto, muchas veces amenazados, atacados y violentados por los manifestantes, quienes se posesionaron de las escuelas y las cerraron como si fueran propiedad de ellos. Es difícil saber hasta dónde tuvieron éxito los esfuerzos de personas y grupos, y menos en forma cuantitativa, pues en muchas instancias eran acciones que se cuidaban de no ser descubiertas para no atraer la respuesta violenta de la APPO o sus componentes.

Yo he recorrido un camino emocional complicado en estos meses, referido a mis observaciones, opiniones, juicios y sentimientos acerca de estos hechos. Primero, para mí era claro que se trataba, desde el principio, de una maniobra política con fachada de conflicto laboral, originada y financiada por quienes optan por usar grupos de gente con pretextos que encubren verdaderas guerras de pandillas en México. Se fue descarando el objetivo del “movimiento” en pocas semanas, confirmando la hipótesis. Segundo, las acciones de las instancias gubernamentales, pasivas y cautelosas, claramente hablaban de que se procedía de manera de no caer en la provocación a la violencia, con lo cual se dejaba el campo libre al terrorismo social que se ejerce. En otras épocas, esperaba uno que los gobernantes tendrían identificados a los verdaderos protagonistas, con los que negociaban., amenazaban, detenían o desaparecían; en este gobierno, supongo que faltó la capacidad para este procedimiento, pero tiemblo al pensar que a lo mejor no sabían, o no se dieron cuenta, o no tuvieron los calzones para actuar—bien o mal—con conocimiento y prontitud.

A las pocas semanas, mi opinión acerca de la pobreza de capacidades, visión y sentido del deber de la autoridades, se extendió a los medios de comunicación, a los editorialistas que no hacían más que repetir las consignas de sus afiliaciones ideológicas, y a un país que vive engañado, creyendo los dos mitos de la actualidad: que el gobierno soluciona la vida de los pobres, y que vivimos en una democracia. Ninguna de las dos cosas es cierta, pues vivimos en un país que es pobre mientras la gente enaltece la pobreza, espera la chiche del gobierno y deja que otros piense por ella; la democracia comienza con el voto respetado, pero se ejerce cuidando que los gobernantes elegidos—léase los tres poderes—realicen sus funciones de acuerdo con los deseos de la gente, y no al revés, que la gente sea como ganado movido de un campo a otro por delincuentes que los explotan, como sucede con taxistas, puesteros y ahora con maestros oaxaqueños.

De la indignación he pasado a la tristeza. Piensen conmigo, en 60 000 maestros que no atienden a 1 300 000 niños, que se pasan seis meses sin trabajar, cuando mucho las consabidas 5 horas cada día, o cada turno. Son 300 000 horas por semana que, multiplicadas por 25 semanas, dan un total de 7 500 000 horas no trabajadas, aunque parece que las autoridades son tan estúpidas que se las pagaron. Piensen conmigo en los postulados idiotas de personas que admiran las sangrientas dictaduras de Stalin, y de Mao Zedon, y las ideas de Marx que tienen su mèrito como estudio de la sociedad, pero que requieren para su aplicación del nivel educativo de una Suecia para que todos participen y no degenere la sociedad en el país surrealista que padecemos. Y que conste, considero igualmente retrógrada la llamada ideología de derecha basada en un catolicismo persecutorio, rígido, autoritario y explotador.

Piensen conmigo, en cómo estos 60 000 maestros han desperdiciado la oportunidad de enseñar a muchos niños, para ayudarlo a avanzar para salir del oscurantismo ancestral que les permita vivir mejor. Piensen conmigo en que los primeros traicionados son los hijos de los propios maestros, que reciben como ejemplo la ignorancia, la incapacidad de entender la Historia para salir a otra era, y los espejismos que les venden los líderes voraces que buscan para sí el poder explotar mas gente.

Piensen conmigo, reflexionen conmigo, lloren conmigo por Oaxaca, por México, y sobre todo por los mexicanos engañados a los que no tenemos acceso para decirles: ven, piensa, decide, trabaja….Sí, lloren conmigo porque poco podemos hacer.

6 comments:

La Blu 21 de mayo de 2009, 14:02  

Hola Don Lalo, que gusto leerlo por el blog, pero que triste su análisis de la situación educativa en el país.

Que pena que no podamos hacer más que lamentarlos.

¿Cree usted que baste con cambiar "nuestro metro cuadrado" o ese pensamiento egoísta ya no aplica aquí?

Eduardo Betancourt 24 de mayo de 2009, 10:34  

Te felicito, tocayo, por tu página, siempre tienes cosas interesantes que decir aunque a veces inevitablemente sean estas discutibles, como es el caso de tu percepción de la problemática oaxaqueña.
Mas que llorar por Oaxaca, lo que esta entidad en donde la inmensa mayoría de la población carece de los mínimos satisfactores, ya no dijéramos para acceder a una vida digna, sino para la supervivencia, lo que requiere es solidaridad y apoyo, primero, de las autoridades gubernamentales estatales y federales y, segundo, de todos los sectores de la sociedad mexicana, y no sólo de las agrupaciones convocadas por Amnistía Internacional.
El planteamiento de un problema, la esencia, define la línea de argumentación del tema, sustancia, y de aquí derivan las confrontaciones de ideas. Yo lo veo distinto a como tu enfocas la cuestión. Decir que la huelga de los maestros oaxaqueños fue por la demanda de “soluciones salariales, de clasificación de plazas, etc”, es limitarla a una cuestión meramente economicista que fácilmente derivará en la demanda de revocación de un Mandato. Es esta una forma de plantear la génesis del conflicto, otra sería decir que fue para exigir un mayor presupuesto para la educación pública en un estado que tiene uno de los mayores índices de analfabetismo en el país, cercano al 20 por ciento, y claro, mejores condiciones laborales para el magisterio.
Pienso que la APPO nace con el apoyo de la mayoría de un pueblo cansado de siglos de padecer cacicazgos, de la aplicación selectiva de la ley y otras formas de inequidad social y que el reclamo de la destitución de Ulises Ruiz vino a ser el corolario, después de haber obtenido este un triunfo en las urnas bastante discutido (de eso sabemos harto los mexicanos) y de que luego ni siquiera se supo legitimar en el ejercicio del poder.
Lo que los maestros disidentes querían no era que las autoridades estatales y federales estuvieran “todo el tiempo a la expectativa”, sino soluciones efectivas, como lo requiere un estado de cosas que por momentos se vuelve explosivo, y en el que la falta de justicia se hace patente en las mismas cifras oficiales sobre el desarrollo social del estado.
Esto tal vez explique la raigambre histórica del movimiento, La violencia no la inició la disidencia , que ha puesto todos los muertos, sino el gobierno, recuérdese que el presidente cuando si inició el movimiento era Fox. Da escalofrío pensar en tantas horas en las que no se han impartido clases pero, pregunto, ¿de quién será la culpa, de los maestros o del gobierno?, creo que por esta única vez podríamos pensar en que el pueblo tiene la razón, y no las Elbas, los Ulises, los Vicentes y los Felipes que en el mundo han sido.

Unknown 24 de mayo de 2009, 14:24  

holamuz educado para todos los hijos de su madre participantes en ese conflicto

Unknown 24 de mayo de 2009, 14:25  

muy

Unknown 24 de mayo de 2009, 21:51  

Felicidades, espero que publiques tanto como escribes. Un abrazo, te amo, Pa.

JME 26 de mayo de 2009, 20:54  

Mi querido doctor, primero que nada felicidades por hacernos reflexionar como tantas otras veces.

Después, una idea respecto a Oaxaca, ¿no creemos que si los maestros fueran lo que deberían de ser, educadores, co-formadores de nuestros hijos y todo aquello que esperamos de un maestro y que en muchos casos afortunadamente tuvimos en el curso de nuestras vidas, los primeros que los hubieran apoyado en su movimiento hubieran sido los mismos padres oaxaqueños, e incluso los mismos alumnos?

¿No hemos visto innumerables casos en los que ante una injusticia los padres de familia se organizan e incluso los alumnos apoyan a sus maestros?

Si pudiéramos evaluar de manera eficiente a nuestros maestros, ¿que calificación tendrían?

¿Estarían capacitados en muchos casos para formar a nuestros hijos?

¿Podrían dar el ejemplo a sus alumnos para hacer un mejor México?

¿Sería, sin querer buscar culpables, gracias varias generaciones de ellos que tenemos el país que tenemos?

¿Y no corresponde a nosotros exigir una mejor calidad educativa para nuestros hijos? o estamos sumidos en un círculo vicioso que nos llevará a tener cada vez peores maestros, más mal pagados con peores alumnos, que se convierten en peores maestros a futuro, hasta que nos convirtamos en un "país esclavo" (maquilador, dedicado a la agricultura, al turismo, etc..)

La verdad no está para llorar, más bien da miedo...

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