jueves, 31 de diciembre de 2009

Volver al principio

Antes de que surgieran las cosas, ya existía una Persona, o una Fuerza , alguien con
una visión, con una intención y con metas. En ese principio, la Persona o la Fuerza o lo que podía cambiar el estado de las cosas, determinó que la Energía se diversificara hasta alcanzar campos y formas de lo que hoy conocemos como materia. Es probable que haya habido el comienzo de una explosión para que el Universo en expansión, éste en el que vivimos, comenzara a tomar las formas de la energía que conocemos como materia, como los cielos, los espacios que ahora sabemos diversificados y como la tierra, o sea, todas las formas de la materia, que va evolucionando. Este Universo echó a andar con la primera diferenciación de la energía, en espacios con contenidos tenues, poco discernibles y entendibles, pero siempre diferenciados de la materia, que es energía con campos y composiciones definidos que nos llevan a saber de la masa, de la valencia, de las combinaciones de átomos y partículas subatómicas, de moléculas que adquieren propiedades definidas, capacidades de combinación y caminos qué recorrer hasta llegar a ser otra cosa, generalmente más compleja.

Este proceso que se echó a andar ya llevaba rumbo. Hasta la fecha, podemos entender el camino recorrido como una evolución, que antes llamábamos de la materia y que nos llevó a entender cómo, en algún momento, estas combinaciones y recombinaciones de la materia llegaron a formar instancias, u objetos, con las capacidades de perpetuarse en lo que ahora llamamos funciones de la materia viva. La materia viva, a su vez, emprendió el camino de la diferenciación y de la especialización de las funciones, de manera que se fue diversificando y diferenciando en una dinámica paciente, pero segura, nunca lineal o sencilla de entender, pero apareciendo siempre con un rumbo determinado, o con un camino que siempre parece ir más allá de la casualidad.

Estas formas de especialización de la materia, o de complicación infinita de la energía en sus diversas manifestaciones, son lo que constituye el material de estudio de la Biología, o sea, la ciencia de los seres vivos. Dejamos atrás lo que entendemos como materia y como las manifestaciones concretas de la energía en objetos entendibles y medibles, para concentrarnos en una diferenciación de sustancias “vivas”, en sus funciones, en su evolución hacia una complejidad creciente y aparentemente infinita. El movimiento de la materia viva de lo sencillo a lo complicado, de lo unicelular a lo especializado en órganos y funciones y las modificaciones que va manifestando a lo largo de tiempos, cortos o largos, nos habla de proceso, de evolución, de caminos que parecen haber sido trazados y planificados, o de otros que parecen ser fruto de la casualidad, del ensayo y del error o hasta de alguna intervención inesperada hasta que la podemos entender.

Estamos ante la dialéctica de la mente frente al conocimiento, los hechos frente a la comprensión, la visión frente al entendimiento. Los párrafos anteriores no son más que un intento de condensación de muchas reflexiones y éstas nos llevan a darnos cuenta de cómo nuestra mente necesita, busca, ensaya y a veces logra entender el mundo en el que vivimos. A medida que avanzamos, cada uno en nuestro camino, podemos darle continuidad a nuestras vidas en la medida en que entendemos de dónde venimos y a dónde vamos. El enorme ruido que tenemos a nuestro alrededor nos aturde y podemos perdernos si no hacemos más que tratar de entender lo que nos piden o cumplir con lo que nos demandan, sin apartarnos para que, en el silencio de una reflexión hecha en la soledad creativa de nuestra autonomía, excluímos a las demás personas y entidades con las que tenemos qué tratar, para recuperar la visión de quiénes somos, quiénes queremos ser, hacia dónde vamos y por cuál ruta queremos llegar.

Un año comienza, que requiere de unos momentos de estar a solas con la creación de la que somos parte. En esta soledad, me voy al principio de todo para recordar de dónde vengo. Luego pienso en el camino que he recorrido para llegar a lo que me falta, según mis propias entendederas, y por dónde quiero llegar, puesto que la primera responsabilidad que tengo es la de mi propia creación, con los efectos que tiene sobre los seres más inmediatos que me rodean. Así, en medio de los ruidos de la acelerada tecnología, abrumado por las demandas de una sociedad en expansión y bombardeado por las invitaciones a seguir caminos enriquecedores de otros, mejor me vengo a mi rincón, recupero en la soledad el sentido de dirección y decido mi vida.

martes, 15 de diciembre de 2009

Herencia de amor, legado de valores

Diciembre se presta para reflexiones y planes. Se presta también, para aproximarnos a nuestros sentimientos y ubicarnos en el transcurso de nuestras vidas. Invito a mis lectores a compartir un ensayo que surgió hace tiempo, junto con la respuesta que provocó en mi hija Ingrid.

Nuestro tiempo se caracteriza por el aumento en la esperanza de vida. Cada vez que se reportan las estadísticas, avanza un poquito; cada vez que revisamos las familias y los amigos, encontramos más personas, más viejas y más activas, de tal manera que los viejos están disponibles, activos y participando de diversas y distintas maneras en los campos familiar, social, laboral, político, académico, etcétera.

En este escenario de longevidad creciente, y a pesar de la frecuencia creciente de las enfermedades crónicas o degenerativas, la mayor parte de esta población representa una fuente de manifestaciones que nos enlazan con el pasado, con ese pasado que los jóvenes impacientes perciben como peso muerto, pasado que a los adultos les representa la estabilidad que parece no hallarse en nuestro tiempo de cambios acelerados y situaciones inestables.

El diálogo de los viejos y las conversaciones con ellos, nos dan idea de cómo fue el principio de sus vidas: aquéllos que gozaron de un buen maternaje, y les fue dada la estabilidad de una seguridad básica, resultan ser viejos estables, seguros y capaces de ofrecer el producto de su experiencia; los que no alcanzan la seguridad estable, aparecen inseguros, se desesperan fácilmente o expresan la amargura de su hambre no satisfecha. Estos segundos viejos requieren ser cuidados, defendidos y apoyados. Los primeros, los seguros y autónomos, pueden integrar sus conocimientos con sus experiencias para ofrecer lo que llamamos sabiduría junto con la paciencia y la capacidad de aconsejar.

Sin embargo, el ingrediente que no siempre se menciona, que está en el fondo de la estabilidad y de la seguridad básica, es el amor. Porque, realmente, lo que los viejos ofrecen cuando conservan su relevancia, cuando se constituyen en guías importantes y apuntan al camino hacia metas trascendentes, es el amor: amor a la vida para vivirla, amor a las personas para no temer a la intimidad, amor a las nuevas generaciones para compartir conocimientos, experiencias, comprensión y explicaciones; amor que representa el modo de vivir para no temer la derrota, o la muerte, o la decepción, aunque –y cuando- ocurren.

El amor como vivencia continua es el motor de un modo de ser, de ver la vida, de establecer relaciones con otros, de lejos y de cerca. Se va transformando en el individuo en esa seguridad básica de ser y del hacer, y del funcionamiento en el mundo. Cuando se convierte en componente esencial, se transforma también en algo heredable, es decir, en una enseñanza constante que va introduciéndose hasta lo más íntimo del ser de quienes lo reciben día con día, año tras año, hasta que ya no es consciente sino automático, ya no se cuestiona sino se ejerce.

Por eso es herencia, cuando es así: porque es como si biológicamente se convirtiera en factor esencial del ser, de tal manera que pasa de una generación a otra sin que medien documentos, opciones o negociaciones. Todo eso viene después del amor, como la vida del cristiano después de ser salvado por Jesús: no sólo cumple la ley, sino que va más allá; no sólo respeta la diversidad, sino que la encuentra enriquecedora; no sólo la ama, sino que acompaña, perdona, previene, abre caminos y alternativas, y hasta regaña a quienes quiere.

De allí que esos viejos, que ya pasaron por sus caminos, puedan alumbrar los caminos de los que vienen atrás. De allí que se van decantando y seleccionando las cosas que son importantes, las costumbres de justicia, la dignidad de lo que se respeta, la educación que controla y canaliza los impulsos y la conciencia social que propicia la convivencia. Porque sólo así los que son amados pueden transitar por los caminos con sentido de dirección, no sintiendo que pierden libertad, sino que ganan conocimiento de ruta y libertad para elegir.

A todo esto le llamamos “valores”, y su ejercicio permite que la confusión que ocasionan los cambios rápidos que vivimos no nos ahogue. En medio de una vida colectiva en la que el conocimiento se produce, ya no cada año o cada mes, sino cada día y se comunica al instante; en medio de una revolución tecnológica que nos lleva por la vida pretendiendo imponernos caminos, podemos detenernos, revisar nuestros valores, cambiar las interacciones y hacer que, tanto el conocimiento como la tecnología se conviertan en nuestros instrumentos para planear nuestra ruta, seguir nuestro camino y llegar a las diversas metas que nosotros mismos determinamos.

Si el amor es nuestra herencia y ya forma parte de nosotros, y si los valores son nuestro legado para determinar nuestro rumbo, podremos continuar como seres humanos dentro de nuestras vidas, y no productos secundarios, derivados pasivos o simples juguetes de un destino ajeno.

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Herencia de amor, legado de valores, respuesta de una hija



Nuestro tiempo no sólo se caracteriza por el aumento de esperanza de vida, sino también por la falta de compromiso de jóvenes y adultos contemporáneos. Así como encontramos personas viejas más activas y más viejas, también encontramos jóvenes menos activos y sin ganas de inventar su propio futuro, por lo que se concluye que entender las etapas de desarrollo de una persona puede ser fácil, más no así, vivirlas.

Quizás lo que pasa con los jóvenes y adultos contemporáneos, la razón de su pasividad, es que no tuvieron ese pasado tranquilo y que permitía pensar las cosas antes de hacerlas. El ritmo acelerado de la tecnología, los cambios radicales que han sucedido en diferentes partes del mundo y el caos interno con el que vive la gente hoy en día, no permiten planear y organizar un futuro con claridad ni con bases sólidas.

El diálogo que los viejos tuvieron con sus padres, el tiempo que pasaron con sus familias, las actividades que requerían uso de creatividad y las bases sólidas que esto proporcionaba no sucede actualmente con los jóvenes ni con los niños. El buen maternaje, una educación dirigida hacia la fe y la enseñanza de valores no son características comunes en la actualidad.

Los jóvenes que tuvimos la fortuna de vivir un pasado con estas características y con el ingrediente básico: el amor, tenemos la capacidad de ir creando un futuro, inventando nuestras vidas con la seguridad de un camino sólido y una estructura fuerte y propicia para enfrentar los cambios y las vicisitudes de nuestro presente tan acelerado. Tenemos la capacidad de amar lo que hacemos, amar la vida, amar a las personas, a nuestras familias, amar lo que hemos aprendido y compartirlo con los demás. Somos capaces de dar amor de una manera responsable y sin miedo a comprometernos, creemos en nosotros mismos y en los demás y, aunque tememos a la muerte y a las decepciones, seguimos adelante.

El amor nos lleva hacia delante, nos encamina y, en su momento, nos da la fuerza para entender el mundo. El amor es la esencia que nos da presencia en un mundo fantasma, sin fuerza humana en donde la tecnología gana la batalla día a día. El amor establece los vínculos que se han ido perdiendo con el tiempo, forma relaciones entre seres humanos y crea lazos que , a pesar de todo, son más fuertes que los medios que en algún momento se han querido apoderar de la esencia humana.

No somos juguetes de un destino ajeno, no mientras exista el amor y los valores que son parte de la esencia humana. No nos vamos a ahogar porque tenemos el legado de los viejos sabios que saben cómo hacer su parte. No vamos a perder el rumbo porque los viejos nos heredan su amor y nos enseñan cómo usarlo, cómo hacerlo parte de nosotros y cómo formar, con él, una estructura sólida que nos permita llevar una vida creativa y responsable.

sábado, 17 de octubre de 2009

Mecanismos Mentales de la Violencia

La experiencia de vivir en comunidad es una búsqueda de paz y apoyo para el desarrollo de la convivencia humana productiva, buscando un escenario común en el que cada individuo, cada familia y cada grupo social encuentre los elementos para su desarrollo saludable y para lograr sus metas.
Cuando la convivencia encuentra conflictos, los seres humanos tenemos la capacidad de negociar para resolverlos, haciendo uso de nuestro lenguaje para dialogar y explicar nuestras razones, ofrecer acciones, reclamar o conceder.

Este proceso presupone el uso del lenguaje antes de la acción, de las explicaciones antes de la destructividad.
A lo largo de los últimos años, se ha visto una perdida creciente de la capacidad negociadora de personas y grupos, y vemos cada vez más el recurso de la acción, y de la acción destructiva, de tal manera que la existencia actual de nuestro México se distingue por la enorme frecuencia de episodios violentos que se dan en todos los ambientes y en la mayor parte de las interacciones humanas. Constantemente se nos describen, en los medios masivos de comunicación, desde los episodios de maltrato dentro de una familia, pasando por el abuso sexual, las peleas callejeras por incidentes estúpidos de transito, las reyertas dentro de los antros y los estadios, o a la salida de los mismos llegando a los asaltos, al robo con violencia, a las violaciones, a los secuestros y a los crímenes pasionales.

Estos ejemplos son de naturaleza distinta a otras manifestaciones de conductas violentas que tienen una intencionalidad en la afirmación de las pandillas, tanto de delincuentes como de políticos, y una planeación que incluye la graduación de gravedad en la violencia, su duración y su control por parte de quienes organizan estas instancias de terrorismo social.

Una tercera instancia de violencia la encontramos en los actos de guerra que se han estado dando entre las pandillas de narcotraficantes, o entre los traficantes y los representantes de la autoridad policiaca o militar; obviamente, aquí se habla de una guerra para adquirir, conservar y acrecentar un poder, siempre más allá de lo que en México se proclama siempre, pero se conoce como broma, que es el “Estado de Derecho”.
¿De qué estamos hablando? Estos cientos de manifestaciones violentas, en su mayoría no planeadas, constituyen ejemplo y demostración de la precaria organización del aparato mental de la mayoría de los mexicanos. Estamos frente a múltiples y frecuentes manifestaciones del desbordamiento de las descargas instintivas, de la falta de capacidad de juicio que permita la demora de esa descarga, y lejos del ejercicio de una capacidad para negociar la solución al problema inmediato. Pareciera como si una mayoría de los mexicanos estuviera gobernada por los instintos, sin un aparato mental que pueda esperar, compaginar la información o la percepción, procesarla mediante la reflexión y decidir cómo resolver una situación sin violencia.

Lo que conocemos acerca del desarrollo de la persona humana nos permite ubicar este tipo de conductas en las etapas más tempranas del desarrollo. Después de todo ¿No es alrededor del segundo año de la vida que las reacciones de niños y niñas se describen como berrinches, como pataletas, o como simples descargas de un egocentrismo que no nos permite el acceso a la reflexión?
Claramente vemos en nuestros paisanos, hombres y mujeres, jóvenes y “maduritos”, reacciones de una estupidez superlativa, manifestaciones de violencia injustificable, y conductas que son un insulto a la naturaleza humana.

La observación cuidadosa de estas conductas, actitudes, modos de reaccionar y descargas de violencia, pone de manifiesto una patología social que explica muchas otras conductas además de las descargas violentas. Podemos citar la ya famosa “puntualidad mexicana”, los tramites necesarios que se hacen hasta la última hora, el endeudamiento sin medida, el consumismo sin pensar y las promesas que jamás serán cumplidas, aunque se hagan en el momentáneo despliegue de una emocionalidad dramática y aparentemente sincera.


Todo esto es una patología social producto de una educación que va consagrando estas costumbres de una generación a otra. También es el resultado de un proceso educativo antediluviano que se reduce a la memorización de letras y números, de conceptos que no se explican y de técnicas repetitivas interminablemente. Si tomamos como ejemplo la enseñanza de la historia, podemos ver que ésa memorización transforma el dinámico y fascinante devenir de la historia humana en la repetición de eventos, fechas y personajes, que finalmente la transforman en una iconografía estéril. Si así es ¿Qué esperanzas podemos tener de que los mexicanos seamos realmente responsables de nosotros mismos y capaces de construir un país para el siglo XXI? La falta de una organización mental suficiente nos transforma en perdedores cuando se trata de planear a largo plazo, de trabajar en equipo o de competir en calidad.

Cuando la mente humana carece de las funciones superiores como el lenguaje, la percepción, la planeación, la reflexión y la organización de la conducta hacia fuera, se dice que esa persona no ha desarrollado el Proceso Secundario suficiente para tener una identidad y gobernar su vida. Por el contrario; se describe a una persona así, como prisionera de su Proceso Primario o sea, sujeta a la descarga fácil e inmediata de sus reacciones emocionales con fallas en el juicio de la realidad que la circunda, al mismo tiempo que es incapaz de medir las consecuencias de sus actos. Si una familia no ofrece los límites a las agresiones mutuas, las reglas de una convivencia, o el respeto que se merecen unos a otros, seguirá viviendo cada día predominando el Proceso Primario. Si un sistema escolar pretende la memorización de todo tipo de informaciones, sin privilegiar el razonamiento, la planeación, la búsqueda del conocimiento y su aplicación a la realidad circundante, seguirá siendo capaz de dilapidar millones de horas de enseñanza real con pretextos mucho menos valiosos, y no está proveyendo los canales de desarrollo del Proceso Secundario. Si los medios de comunicación masiva, como sucede en nuestro país, gradúan el lenguaje de sus programas y de su publicidad enfocándolos a tratar a los espectadores, o como retrasados mentales, o cuando mucho como personas que no pasan de un nivel de los primeros años de primaria, podrán seguir ganando dinero, pero fracasarán a la larga si no desafían a su público a pensar. Los gobiernos y gobernantes que pretenden seguir viviendo en la mentira, en la corrupción y apoderándose del dinero como botín, están ellos mismos violentando y traicionando la función que pretenden desempeñar, perdiendo al mismo tiempo las oportunidades de escribir la Historia y ejercer un liderazgo real.

Desde luego, hay mexicanos que piensan, estudian, desarrollan su Proceso Secundario y que buscan funcionar en sus oficios y profesiones; son los que progresan, los que protestan y los que buscan los remedios, cuando menos para sus propias familias. Desgraciadamente, son un porcentaje minoritario y bajo de la población general. Los demás caminan en manada, viven en el proceso primario y ni siquiera toman conciencia de su propio potencial.

Cuando se hace un análisis social y se ponen en evidencia las fallas en el funcionamiento comunitario, resulta de elemental ética señalar también los elementos, las personas y las acciones que pueden utilizarse para estimular, para formular y para llevar a cabo las conductas personales y colectivas que tiendan al mejoramiento de la convivencia humana. Si ubicamos las causas principales de la violencia en amplios grupos de nuestra sociedad refiriéndonos al proceso del desarrollo de la persona humana, no estamos lejos de la verdad si nos atenemos a aquellas experiencias que corrijan dicho proceso.

Para estimular la tolerancia a la demora en la satisfacción de nuestras necesidades, necesita existir dicha demora desde las etapas de bebé, de manera que la satisfacción demorada (el pecho materno, biberón, el baño o la limpieza) llegan indefectiblemente y generan la certeza segura de que el bebé no está solo aunque llore un buen rato.

Del bebé mayor al preescolar, el aprendizaje más útil es el que pone límites a sus exigencias egocéntricas, de manera que aprende, el niño o la niña, que no son el centro del universo, sino que están conviviendo con otros miembros de la familia, cuyas necesidades, actividades y posesiones deben ser igualmente respetados. Los estudios que se han realizado acerca de la utilidad de los limites estables comprueban que ayudan a estructurar la vida cotidiana y constituyen una fuente de seguridad para la niña o el niño, además de permitir que la estructura externa y con limites establezca el poder esperar, dialogar, razonar y entender de manera más sólida. El “ingrediente mágico” consiste en que quienes ponen limites y proporcionan esquemas estables sean razonables y capaces de explicar con palabras, en lugar de gritos y golpes.

A lo largo de la niñez y hasta la adolescencia, el desarrollo del lenguaje y del razonamiento permite que los niños y las niñas sean cada vez más capaces de comunicar lo que piensan y lo que sienten. Por lo tanto, la expresión libre, la negociación, la planeación y la creatividad ya constituyen los instrumentos de convivencia más nobles. Por otra parte, los encargados de ejercer autoridad tienen éxito y constituyen figuras de respeto, y aún modelos a imitar, cuando son capaces de respetar y estimular los razonamientos y la creatividad de los propios niños.

Durante la adolescencia y sus subetapas, se regresa a la necesidad de que la estructura social externa, no sólo ponga límites, sino que también los explique y los mantenga razonadamente, sino que también sean capaces de aceptar y canalizar la creatividad de los jóvenes, siempre haciéndolos responsables de sus conductas e iniciativas, así como de la previsión y remedio de las consecuencias de sus actos.

Como se puede ver, la llegada a la edad adulta da por hecho que las etapas del desarrollo se han cumplido, y que tanto los individuos como los grupos son capaces de detenerse a reflexionar mediante lo que hemos llamado el proceso secundario de la mente. Podemos explicarnos que no ocurra así en muchos casos, pero no es, de ninguna manera, una justificación para quien opta por la violencia.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

La tesis de la libertad de ser

Cuando yo nací, se reunieron los primeros factores de variedad en mi vida al llevarme a bautizar en la iglesia metodista mi madre protestante, mi padre judío, mi madrina católica y mi padrino musulmán. Esta apertura religiosa se repite a lo largo de mi vida, sobre todo en la adolescencia, en la que busqué siempre las explicaciones diferentes que hay para los mismos fenómenos, sintiendo la libertad de conocer diversos enfoques para tomar decisiones y seguir caminos, explorando siempre cada tema con sus variaciones.

La adolescencia de abrirse a las experiencias se continuó cuando, a media carrera de médico, me fui a Europa a convivir con el mundo del ecumenismo, con la oportunidad maravillosa de conocer personas de todos los continentes, miembros de todo tipo de denominaciones cristianas y, a través de ellos, de los mundos judíos, musulmanes, budistas, shintoístas, etcétera. La configuración de mi mundo fue creciendo en amplitud, en curiosidad, y en todos los estímulos que hacen que mi visión del universo en el que vivo acepte y trate de entender toda suerte de variantes en los modos de vida y de convivencia.

El aparato mental interno que puede manejarse así tiene al psicoanálisis como marco de referencia para no perderse, para conservar la curiosidad y entender lo que se va conociendo, para sistematizar la vida y darle continuidad a pesar de los eventos externos, que tienden a confundir y, con frecuencia, a enloquecer hasta dejar de pensar y acogerse a un sistema de conductas llamadas “convencionales”, o “institucionales”, y que yo he llamado “clientes de la estupidez” por repetitivas, ingenuas e inútiles.

Vivimos ahora en un mundo que nos demanda percibir, clasificar, elegir y llevar a cabo muchos análisis de personas, situaciones, ideas, eventos, para decidir nuestro camino a cada momento y llevar a delante nuestro proyecto de vida. Si nos perdemos, o si abdicamos de nuestro propio pensamiento, acabamos ciertamente siendo “clientes de la estupidez”, siguiendo modas, analizando la vida como nos la pintan otros, sin sentido de la historia—ni la nuestra ni la del país ni la del mundo—y acabamos eligiendo entre A y B, sin considerar las otras veintitantas posibilidades, o sin darnos cuenta de que, quienes lo plantean, son analfabetas buscando a alguien más tonto…….

En este mundo que describo, lo mismo hacen los políticos y los gobiernos que las empresas que venden productos, los grupos que venden “ideologías”, los periodistas que venden puntos de vista, y las religiones que pretenden ser “las únicas” o “las verdaderas”. Todos aspiran a reclutar adeptos que no piensen, que acepten ser miembros de algo, votantes por alguien, subalternos de alguien, “beneficiarios” de quien los maneja, creyentes de una sola manera, sometiendo seres humanos a la calidad de borregos que se manejan en manadas.

Llevamos muchos años y muchas guerras, y muchos muertos y cantidades horrorosas de vidas y dinero desperdiciado viviendo así. No parece haber remedio en los círculos del poder, por la simple razón de que cada círculo de poder tiene como prioridad obtener, detentar, conservar y acrecentar lo que tiene. Las personas no cuentan. Las metas siempre incluyen destruir al otro grupo, y seguir creciendo en poder, dinero, autoridad o lo que constituye la satisfacción narcisista del líder en turno. Si observamos con la mente abierta, nos daremos cuenta de cómo se trata, primero, de manipulaciones a base de declaraciones mentirosas, incompletas, fraccionadas y sin horizonte de metas confesables; enseguida vienen los mensajes diseñados para no propiciar la reflexión porque se presentan como una demanda de decisión inmediata entre dos posibilidades, siempre una “buena” y la otra “mala”; siempre se descalifica, así, al otro y se intenta destruirlo, aunque se detenga la marcha de la comunidad de que se trata.

La alternativa es pensar. Cuando una persona se detiene a pensar, mira lo que está sucediendo a su alrededor, ubica el curso que quiere seguir para continuar su vida y decide con libertad lo que quiere hacer, ya no se aturde con los mensajes, ni se siente obligada a rendirse ante nadie, ni contesta como se lo plantean. Asume el control de su vida y crea su propio camino, no en contra de nadie, sino dentro de una apreciación realista de las posibilidades; tampoco espera que lleguen otros y le propongan soluciones, sino que configura las propias. Cuando ya lo hizo, y valoró los resultados, puede invitar a otros a seguir el mismo camino, aceptando que pueden llegar a puntos diferentes de maneras distintas.

Si el mundo no se comparte de ésa manera, no hay tradición que valga ni contexto histórico que nos amarre. Si no respetamos la diversidad, no hay fórmulas que tengan validez para todos: los pactos sociales ocurren después de los seres humanos, no antes de que se puedan definir por sí mismos. Mientras caigamos en la trampa de dejar que otros piensen y decidan por nosotros, seguiremos siendo borregos, sometidos, esclavos y cautivos.

Cada día puede ser de un mundo nuevo para cada uno.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Educación y conciencia social

Para quienes hemos vivido muchos años, la visión de la historia que se va desenvolviendo nos permite tener una percepción adecuada de cómo los fenómenos históricos se enlazan, primero unos con otros y, en el interior de cada evento, en las distintas dimensiones de las ciencias humanas que inciden sobre el fenómeno, evento, protagonistas y red social. Esta reflexión viene a cuento después del estímulo mutuo que nos dimos tres personas en una conversación en la que privó la añoranza por las épocas de nuestra primaria y secundaria, allá por los años 40 y 50 del siglo pasado.

Lo que nos tocó vivir en aquella época era un verdadero auge de la creatividad, productividad y dedicación de nuestros maestros de primaria y secundaria en sistemas y agrupamientos que después hemos llegado a comprender como movimiento histórico. En aquella época, era un orgullo para muchos estudiar la Escuela Normal para Maestros, para después formar parte de equipos de maestros vocacionalmente adecuados, preparados y capaces de un compromiso sostenido. La Secretaría de Educación Pública propiciaba y permitía la oportunidad de que estos equipos con líderes comprometidos en la labor de la enseñanza se concentraran en escuelas escogidas, recibieran apoyos materiales y estímulos para producir libros de texto y se les dejaba en libertad para desarrollar su tarea vocacional en un ambiente de motivación constante para la búsqueda de la excelencia en el conocimiento.

Mis interlocutores y yo tuvimos el privilegio de haber sido alumnos de tales grupos en la primaria, en la secundaria y en la preparatoria. Reconocemos que la enseñanza que recibimos era de una calidad superior a la que se recibía en las escuelas particulares, que los libros de texto que se usaban eran escritos en su mayoría por estos mismos maestros, y que la metodología pedagógica que compartían estos maestros era la de inspirar, motivar, guiar y gratificar las mismas actitudes creativas, activas de ayuda mutua y trabajo en equipo, sin chicotes, ni amenazas, ni competitividad egoísta.

Algunos de nosotros tuvimos ocasión de emigrar temporalmente a los Estados Unidos y nos encontramos con la sorpresa agradable de que nuestra enseñanza primaria y secundaria nos permitía llevarles una delantera notable a los primos de allende el Bravo. Esto no se daba solamente como cantidad de información, o por calidad literaria o científica, sino también en los términos de primera importancia que siguieron siendo la inspiración, la motivación y el compromiso en la búsqueda del conocimiento. Al llegar a otros países, ya como profesionistas, hemos tenido ocasión de comprobar la misma capacidad y conocimientos.

Esta descripción nostálgica nos puede servir de telón de fondo para asomarnos al devenir de la educación en México 60 años después. El movimiento histórico tiene su principio en la biología, ya que de 20 millones de mexicanos pasamos a ser más de los 100 millones de población. El crecimiento de los establecimientos educativos en el país se ha realizado de manera horizontal para poder brindar el acceso a la inmensa mayoría de la población a los establecimientos educativos. Este esfuerzo de crecimiento de la oferta educativa oficial incluye la creación de los libros de texto gratuitos como instrumento pedagógico generalizado, y la incorporación de cientos de miles de maestros bajo cuya responsabilidad está la aplicación de la tarea educativa.

Por otra parte, la educación privada ha tenido que crecer y ofrecer alternativas ante las dificultades para satisfacer la demanda a través de las escuelas oficiales, ya que se creó un nicho comercial que propicia este desarrollo. Cae por su propio peso que un desarrollo numérico de tal magnitud deja de lado la excelencia y la posibilidad de que el proceso educativo estimule la diferenciación, el crecimiento y el desenvolvimiento productivo de los talentos diferentes que existen en unos y otros niños y adolescentes. La calidad de la educación, la posibilidad de ser inspirados, guiados y gratificados en una búsqueda activa del conocimiento se han perdido con la masificación de las tareas educativas, con la legislación que hace, de los alumnos, cosas o números y con el rasero mínimo y pobre dado por los textos gratuitos. A esto hay que agregar la utilización inmoral de grandes cantidades de maestros como tropas de choque en los llamados “movimientos políticos”, que no son más que las pugnas entre pandillas que buscan, ejercen y corrompen el poder para enriquecerse.

La agilidad creativa y el valor real de la educación se diluye al punto de perderse en un mar de reglamentos para todos, a pesar de los rituales simbólicos de las escuelas públicas y privadas, que intentan reconocer a quienes sacan la cabeza por encima de una mediocridad pasiva en la que se pierde nuestra historia y se diluye nuestra cultura. Los estímulos que se ofrecen también se diluyen y se pierden al no haber estudios reales de casos o programas adecuados con la continuidad requerida.

En esta secuencia de hechos históricos, a algunos nos ha tocado presenciar o participar en algunas etapas. Por ejemplo, plantear la educación abierta automatizada, iniciar especialidades en México tales como psiquiatría y psicoanálisis con niños y adolescentes, plantear la atención a personas talentosas y otros proyectos que fueron tomando forma y fuerza frente a las necesidades educativas que se veían en el país desde hace más de cuatro décadas. Ha sido estimulante la experiencia de acompañar la crítica social con el análisis de los problemas y el planteamiento de soluciones, sobre todo si no está uno solo, si existe la compañía de otras mentes creativas, si hay personas que lo acompañan a uno en las visiones a futuro de un pais necesitado de soluciones más que de lamentaciones.

Cuando surgen las ideas en el mundo de la educación, como sucede en otras áreas, hay ocasiones en las que las soluciones planteadas nos permiten ofrecer un plan, o bien somos testigos de los esfuerzos de otros, que demuestran que a las ideas les llega su tiempo de realización. Sabemos que muchas de estas ideas, en el ambiente conservador y cerrado de las instituciones, son tomadas por personas que, de otro modo, continuarían en el letargo de la mediocridad, pero no son capaces de abrirse al reconocimiento de nuevas iniciativas por temor a perder “el hueso”, y acaban por plantear programas superficiales, de ésos que “visten mucho”, pero carentes de profundidad y trivializados en poco tiempo.

Es tiempo de que en México se examine el proceso educativo con ojos críticos para puntualizar hacia donde profundizarlo, de manera que dejemos de cultivar denominadores comunes mediocres y accedamos a un mundo cambiante que ya nos ha dejado atrás. No bastan las quejas. La exigencia es para cada uno en su esfera de acción.

miércoles, 22 de julio de 2009

Sin calzones

“Sin calzones” es una expresión idiomática muy popular en México, aunque los habitantes de otras latitudes tienen expresiones iguales parecidas o equivalentes, de tal manera que no estamos descubriendo el agua tibia. Sin embargo, la expresión “Sin Calzones” ha ido adquiriendo una serie de significados que obligan al estudio de cómo se mueve el uso de las expresiones populares, observando y disponiéndonos a acompañar al lenguaje popular a evolucionar y a buscarse equivalentes que indiquen las distintas circunstancias de sus usos, así como los significados variados que les asigna, con el paso del tiempo, el mismo vulgo.

Desde luego, la primera acepción de la expresión se encuentra en el campo de la historia: la tradición insiste en que la Malinche se quedo “sin calzones” frente a los conquistadores españoles, o cuando menos Hernán Cortés. No entraremos, como la tradición histórica y la popular, a profundizar los factores, las maniobras y los eventos que nos obligarían a caer en muchas explicaciones, sino que nos conformamos con señalar el vicio de la funcionalidad actual, vigente por muchos años en la cultura mexicana que, sin evidencia confirmatoria o negadora, da por hecho que lo extranjero tiene una mejor calidad que lo nacional, sea que se trate de aparatos, manufacturas, eficiencia genital, fortaleza deportiva o belleza femenina.

La segunda acepción de nuestra expresión en estudio, sobre todo en estos tiempos de crisis financieras, amenazas de que el cielo se está cayendo y expresiones de espanto de los políticos manipuladores, se refiere a la pobreza.
En este sentido, andar “sin calzones” se refiere a la escasez del dinero que nos obliga a no usarlos. De ahí que “andar a ráiz” es la expresión paralela indicativa de una austeridad obligatoria, de la severa limitación de nuestros recursos convertida en una sentencia social que debemos padecer, y no en una preferencia de atuendo que tenga nada qué ver con el calor.

En la historia mexicana, tan llena de expresiones sublimes de valor, se enaltece a la franqueza en las interacciones interpersonales y sociales, de tal forma que da lugar a otra acepción y significado de “sin calzones”, ya que, tanto los comerciantes, los puesteros de mercado, los proveedores de bienes y servicios y los políticos redentores del pueblo vociferan en sus declaraciones explicativas que se conducen con veracidad y que sus pronunciamientos son emitidos “a calzón quitado”, otra acepción paralela de nuestra expresión en estudio que resulta explicativa, aunque pocas veces creíble.

Cuando esta proclamada sinceridad sucumbe ante la crítica de quienes sí acostumbran el ejercicio de las neuronas, no compran porque lo anuncian, ya que piensan en lo que les dicen, el protagonista de las declaraciones francas y veraces se ve investido de vergüenza, como si “se le cayeran los calzones”, dando origen a otra expresión paralela, indicativa de que el sujeto se siente desnudo, descubierto ante quienes deseaba impresionar, por lo que esto ha resultado en las declaraciones de quienes relaten tales episodios de desnudez abajo de la cintura, cuando declaran “se me cayeron los calzones”. Desde luego que esto es cierto en muchas otras circunstancias y escenarios, en los que la pérdida de tan mencionada prenda ocurre frente a una situación inesperada de alta vulnerabilidad, como es la confrontación con la realidad a pesar de que se trata de huir de ella.

Por supuesto, las referencias sexuales de una expresión tan concreta y gráfica como “sin calzones”, constituyen una descripción obligada y tienen un lugar preponderante en un país y en una ciudad en los que se hace gala de tales referencias para ganar una ventaja social en relación con el grupo o presumir, aunque no sea verdad, de éxitos en las conquistas amorosas de ambos sexos.

Así, el tema de la seducción está muy presente en la expresión “sin calzones”, ya que estamos hablando de la referencia directa y concreta que hace el protagonista, muchas veces usando expresiones secundarias como “me lanzó el calzón”, refiriéndose a quien toma la iniciativa de seducir, o “le bajé los calzones”, cuando se llegó, verdadera o fantasiosamente a la culminación del acto de seducir. No nos meteremos en la exploración de la veracidad o no de estas afirmaciones, ya que es muy difícil comprobar la veracidad de quienes proclaman varias hazañas de esta naturaleza, sobre todo en una cultura en la que la exageración y la presunción forman parte del narcisismo defensivo de quienes desearían lograr hazañas sin contar con los elementos reales de lo que proclaman.

A estos últimos, por supuesto, se le atribuye la misma desnudez (ahora de valor) cuando, al referirse a ellos, se comenta que “no tiene calzones”, o sea, que no tiene la iniciativa, o el valor, o la fuerza necesaria para realmente lanzarse a algo. En este terreno, el de “tener los calzones”, probablemente la gran mayoría de nosotros hemos tenido ocasión de sentir que no nos lanzamos a algo.

Si el lector o la lectora ha seguido con atención la secuencia de estas meditaciones filosóficas (sic), se dará cuenta de que nos encontramos frente a una expresión idiomática y sus variantes, todo lo cual nos va llevando al tema de la verdad en el análisis de cualquier persona o situación. Buscar la verdad y enfrentarla es una tarea común que, desde el principio, se trasluce cuando hablamos “sin calzones”; es decir, si bien esta expresión ha evolucionado en la cultura mexicana de muchas y diversas maneras (y claramente me quedo corto) no dejamos de hablar de situaciones, comunicaciones, eventos, interacciones personales, comunicaciones sociales y declaraciones de amor en las cuales se revela la verdad, se descubren sus significados, se destapan secretos o se cae en cuenta de lo que realmente hay, por lo que enfrentar algo, o alguien, que no tiene calzones resulta en mirar a ese objeto, situación o persona de una manera real, deseando entender su “sincalzonería” como para resolver en lugar de huir.
Después de todo, vivir la vida “sin calzones” abre la posibilidad de entenderla y, cuando menos, puede ser una medida sana y ecológica.

miércoles, 24 de junio de 2009

Una Democracia Dinámica

Entre los anuncios repetitivos que pretenden inspirar a la ciudadanía a votar, hay uno que termina diciendo: “así, nuestra democracia crece y crecemos todos”. Escucharlo así, vez tras vez, lo que ocasiona es que cerremos el oído y desconectemos las entendederas, ya que estamos siendo tratados como una amplia borregada de retrasados mentales, si nos quedamos simplemente con la frasecita repetida.

Sin embargo, cuando sí reflexionamos, cabe pensar acerca de ese doble proceso de crecimiento, el de la democracia y el de cada uno de los ciudadanos que pretendemos vivir en ella. Por una parte, resulta tonto creer que la democracia crece sólo en la medida en que más personas votamos. Por otra parte, el solo acto de votar no nos hace crecer como ciudadanos en una democracia. Quienes pretenden circunscribir el ejercicio democrático de la ciudadanía al acto de votar están escondiendo el vasto panorama de crecimiento que la misma democracia demanda para merecer la consideración que el término reclama. El ejercicio de la democracia, en tanto que es el gobierno del pueblo, es un proceso de convivencia comunitaria que se inicia apenas con el ejercicio del voto. Tiene una dinámica de movimiento que rápidamente se transforma en el dialogo que debe existir entre gobernantes y gobernados, y que tiene las mojoneras o indicadores de ruta que nos permiten constatar si el proceso se da, si se detiene, si hay distorsiones u obstáculos, de donde vienen, y que hay que hacer para corregirlos. Asi, nuestra democracia crecerá en la medida en que los ciudadanos realmente tengan una comunicación con quienes gobiernan.

El primer movimiento que se da es, por supuesto, el acto de votar, que exige que los candidatos sean conocidos, identificados y entendidos de acuerdo con la coherencia de los programas que presentan personalmente. Para los candidatos, la primera toma de conciencia es que los candidatos elegidos, al serlo, dejan de ser representantes de sus partidos como identidad principal, para adquirir responsablemente la identidad del puesto, cuyas funciones se habrán de desempeñar para todos, y no solamente para los “cuates” del partido. El proceso democrático, a través del voto, convierte al candidato en funcionario, y se espera que “funcione” para todos.

Este primer movimiento no exime al ciudadano de seguir funcionando como tal: en una democracia verdadera, el ciudadano se ocupa de saber cuales funcionarios, electos o no, tienen que ver con su participación ciudadana en la comunidad en la que vive. Esto significa que los ciudadanos mexicanos conozcan el nombre, domicilio y el teléfono de aquellos funcionarios a los que no solo hay que dirigirse en caso necesario, sino que el ciudadano deberá estar enterado del desempeño de cada uno de ellos, y participarles su opinión acerca de los asuntos de los que es responsable el funcionario. La realidad nos dice que son muy pocos los ciudadanos mexicanos que sabemos quienes son nuestros diputados locales, diputados federales, jefes delegacionales o presidentes municipales; mucho menos sabemos su domicilio, su teléfono y sobre todo su desempeño en el puesto para el cual fueron elegidos. Sí hay rumores acerca de actos de corrupción, ausencias, transas o abandono de funciones, no hay grupos de ciudadanos que recaben pruebas de estas distorsiones en el cumplimiento de sus funciones, ni existen instrumentos al alcance de los simples ciudadanos para instrumentar protestas, para aportar pruebas y para buscar la destitución de quienes traicionan el voto ciudadano.

Seguramente, estos ejemplos de actitudes ciudadanas frente a diversas conductas políticas solo constituyen pequeños ejemplos de un proceso democrático que lleva a la practica cotidiana la participación de todos en un dialogo continuo entre gobernantes y gobernados.

La existencia de una epidemia de Influenza tipo “A” H1N1 constituye un ejemplo mas fácil de entender acerca de cuando sí se da el proceso democrático y cuando no. La necesidad de que los gobernantes tengan una comunicación efectiva con los ciudadanos se manifiesta, no solo en los acuerdos y disposiciones que se toman, sino que se pone en evidencia la necesidad de informar detalladamente a la ciudadanía acerca de todas estas disposiciones, de sus fundamentos científicos, de los hechos que cotidianamente de revisan y, desde luego, de la indispensable participación ciudadana en la realización de las tareas necesarias para contener la epidemia. Una ciudadanía bien informada generalmente responde con una buena participación en hechos tan obviamente necesarios para evitar contagios y muertes. Un valor agregado lo constituyen las acciones que pueden quedar vigentes como practicas saludables: la limpieza de las escuelas, la atención a contagios, etc.

Secundariamente, han ido surgiendo las criticas acerca del desempeño de los gobernantes, claramente azuzadas por la acción de grupos de poder, de los llamados partidos políticos, o de quienes se sirven de estas situaciones para atacar, descalificar y tratar de destruir a quienes están a cargo de la normatividad médica. Así, han surgido publicaciones, rumores y acusaciones sin sustento ni pruebas, que describen el origen, el manejo, la manipulación de las acciones gubernamentales, denunciando desde lo inepto hasta las teorías de una conspiración para destruir al país. Claramente son denuncias y ataques mediáticos. Hasta la fecha, no hay una denuncia oficial a la que se anexen pruebas que obligaran a la destitución de los funcionarios, independientemente de que las criticas y las denuncias tengan meritos o no. Cuando hay grupos de ciudadanos que viven su participación democrática en ese dialogo continuo con los gobernantes, trabajan y encuentran las vías de comunicación para obtener la información adecuada o para hacer críticas o denuncias.

Una democracia es un país o una comunidad gobernada por los ciudadanos, comenzando con los actos electorales y participando del dialogo continuo con sus gobernantes. Las estructuras de una sociedad democrática deberán proveer medios e instrumentos cada vez mejores para qué dicho dialogo permita que el pueblo siga gobernando.

sábado, 13 de junio de 2009

COMENTARIOS DE CAMPAÑA

A lo largo de las últimas semanas, se ha ido extendiendo la idea de que los electores podemos acudir a las urnas, inutilizar con una gran X (tache, ¿no?) cada una de las boletas electorales, inutilizándolas, o bien las podemos dejar en blanco con la misma consecuencia de aportar un voto por nadie, y en contra de un sistema político fracasado.

Esto desató a todos los comentaristas al servicio del gobierno, o de los “partidos políticos”, o del IFE, como si se hubiera dado la alarma de que los agarren sin calzones y los exhibamos ante el mundo como son: inútiles, corruptos y mentirosos.

Yo quiero hacer una aclaración personal acerca de mi postura. No me importa a quien favorezco si inutilizo mi voto. Será un voto en contra de las pandillas de rateros que nos explotan, para ser continuado con las siguientes propuestas:


  1. Que se termine el subsidio a todos los partidos políticos.
  2. Que se prohiba que haya “comisionados” en plazas gubernamentales que trabajen con los partidos, o con los sindicatos, o en la casa del jefe, o en el taxi del que manda en la oficina.
  3. Que ningún sindicato tenga pertenencia a ningún partido político. En tanto que representante de trabajadores, que funcione como tal, emplee y PAGUE a su propio personal y reconozca la libertad de cada trabajador para que pertenezca a un partido o no, y pueda votar sin presiones.
  4. Que los diputados y senadores trabajen 300 días al año, redactando leyes, estudiándolas y auscultando a los que sí saben de los temas para que no se las den de saber de todo. Si faltan a sus labores sin justificación, que se les descuente el día.
  5. Que se elimine el fuero de los legisladores. Si la riegan, que lo enfrenten sin esconderse.

Estas son las primeras, y se ha de notar, si el lector lo piensa tantito, que son el comienzo de una rendición de cuentas que debe durar todo en trienio, o todo el sexenio, o toda la vida de los ciudadanos que, en última instancia, somos los patrones de los que llegan por elección a un puesto. La democracia es, después de todo, el gobierno del pueblo. Si queremos democracia, todos los ciudadanos somos patrones y debemos reclamar cuando lo que se ofrece no se cumple.


MI VOTO, EN BLANCO O TACHADO, ES UNA PROTESTA CONTRA UN EJERCICIO POLÍTICO INEPTO, INÚTIL Y TRAMPOSO.

viernes, 29 de mayo de 2009

¿Un año electoral?

Este es un año electoral. Cuando se inician de esta manera las comunicaciones del gobierno, los pronunciamientos de los partidos políticos, las declaraciones de los funcionarios del Instituto Federal Electoral (IFE), parecen referirse a una tarea trascendente que desean que sea avalada por el entusiasmo y participación de la ciudadanía. Si nos referimos al contenido de discursos, conferencias editoriales y artículos periodísticos en cualquiera de los medios de comunicación masiva, el desempeño de esas gargantas privilegiadas y esas nobles plumas parece concretar el esfuerzo que pone todo el mundo de estas profesiones en confirmar que “nuestra democracia crece, y crecemos todos”.

El mensaje político es, por definición, mentiroso y vago. Siempre se trata de comunicar un mensaje en el que parece que se promete lo que todo el electorado ansía, sin especificar ni las intenciones ni las ideas concretas que tienen los candidatos o los partidos. Todos hablan de “justicia social”, pintando un futuro color de rosa si el electorado los favorece, o se aferran a algún otro “slogan” para repetirlo hasta la náusea, pero igualmente vacío y carente de especificidad. Si acaso, algunos de los partidos pueden ser identificados por el pensamiento de sus verdaderos dueños, pero nunca como la descripción de las verdaderas ideas y perspectivas que mueven a estos dueños que son, por supuesto, los representantes de los grupos que verdaderamente utilizan el poder político como instrumento de explotación de una población que resulta, al final del día, constituida principalmente por personas que no piensan, que se creen las promesas y que carecen de los medios para montar una reclamación real o un ajuste de cuentas cuando el engaño es descubierto. Todo queda en la decepción repetida de quienes creen en estos mensajes, puesto que los aceptan como votantes, sin la reflexión que los llevaría a descubrir sus incongruencias desde el principio de las campañas.

Cuando mencionamos las verdades, ideas y perspectivas de los dueños reales del poder en México, no nos estamos refiriendo a la hegemonía romano católica que priva en el PAN, ni al pseudosocialismo populista trasnochado, que ponen por delante los partidos de izquierda, ni a la imagen revolucionaria hecha piedra de quienes así lo proclaman, casi cien años después, aun aferrados a los eventos que ellos mismos traicionaron.
Lo que esperaría un electorado sería el trabajo de formular con valor y convicción un mensaje ideológico, del cual se derivarían proyectos específicos de gobierno que pudieran ser entendidos por los votantes, con la expectativa de que se convirtieran en señales de un rumbo de gobierno definido, llevado a la descripción valiente de estrategias y planes. Pero no. La vaguedad en los mensajes intenta difuminar los colores verdaderos de quienes buscan detentar el poder para fines que no tienen nada que ver con la ideología, pero sí tienen todo que ver con el asalto a los recursos económicos de la nación para establecer un mando, que siempre tenderá a perpetuarse destruyendo a los enemigos y descalificando las alternativas.

Los verdaderos dueños del poder en este país resultan ser los que tienen el poder económico, en primer lugar; en segundo lugar, encontramos a quienes tienen el acceso al poder económico a través del uso de grandes cantidades de personas para ejercer un intento de gobernar al gobierno a través del terrorismo social, mediante el cual nutren la fantasía de que le van comiendo territorio y autoridad a sus rivales, al tiempo que obtienen y esconden las altas cuotas económicas que les permitirán invadir el mundo de los ricos.

Los mensajes con los que se venden estas perspectivas vagas y mentirosas son elaborados, en la actualidad, por profesionales de la comunicación, que lo mismo diseñan y llevan a cabo la campaña de un diputado o senador, que se dedican a vender medio millón más de hamburguesas. Los que se llaman periodistas producen sus mensajes para periódicos, revistas, radio, televisión y páginas web mayormente siguiendo y vehiculizando los mensajes de quienes los emplean. Los textos de esos mensajes son repartidos como boletines de prensa, presentados en artificiosas “entrevistas de banqueta”, en las que se ratifican las mismas mentiras de siempre, son incluidas en interminables, repetitivas y tontas campañas de propaganda de instancias del gobierno, o bien, en última instancia, de plano constituyen exaltaciones y confirmaciones redactadas a favor del patrón. Cuando alguien pretende hacer una labor periodística real, ingresa al ejercicio de una profesión realmente peligrosa. Es más fácil redactar mentiras o infundios que descalifiquen o pongan a la defensiva al rival, ya que en este país no se usa que las acusaciones sean sustentadas, puesto que el acusado es culpable aunque demuestre lo contrario.

Lo que se llama en México proceso de la política, como parte de la convivencia comunitaria, adolece de todas estas características, sin mencionar siquiera las distorsiones adicionales que sufre bajo el influjo de las actividades, componendas, chantajes, cooptaciones, amenazas a individuos y grupos, y realidades de las que está hecha la actividad criminal organizada.
Es como si los llamados partidos políticos, sindicatos mayores (obreros y empresariales) constituyeran un directorio especializado de pandillas dedicadas a la explotación de lo que producen los habitantes de este país como metas inmediatas, sin proyectar hacia adelante la visión de lo que destruyen, la necesidad de los habitantes, la propiciación del desarrollo de las personas o, mucho menos, la dignidad de pertenecer a un país que se desarrolla. La “carne de cañón” de esta guerra entre pandillas no tiene más remedio que irse a un lado o a otro, según la necesidad de sobrevivencia económica. Este directorio incluye, como se ha revelado, pasos de lo “legitimo” a lo “delincuente” sin que realmente haya mucha diferencia.

Describir de esta manera los procesos de la actividad política en México constituye ahora, no solamente una protesta, sino una afirmación que se comparte en muchos círculos de ciudadanos pensantes, a quienes extraña que son cada vez menos los intentos de comunicación, las descripciones de programas específicos, conocer a las personas que votan a través de reales contactos y las explicaciones de los candidatos a los puestos de elección, frente a los votantes de quienes se espera “que piensen y elijan” por quien vota, aunque no se conozca realmente a los candidatos. A estos mismos ciudadanos les ofende que las campañas de participación los traten como si no pensaran, como si no fueran capaces de decidir sus vidas.

Es interesante que la identificación de personas inconformes con el devenir de la actividad política, como se describe, se derive a las conductas electorales de estos inconformes. Hay un común denominador de insatisfacción, decepción y enojo cuyas reacciones se manifiestan en dos vertientes principales: por una parte, darse cuenta de estar en minoría desmotiva la participación de estos ciudadanos y ciudadanas, acrecentando las filas del abstencionismo; por otra parte, ha ido surgiendo y aumentando la necesidad que se siente de manifestar inconformidad a la hora de votar, sin permitir que el voto personal sea usado por otros o simplemente se pierda. En algunos países desarrollados, existen los instrumentos para la cuantificación del voto negativo, que niega la aceptación de los candidatos que se presentan, y lo manifiesta escribiendo un gran NO en cada papeleta o tachando los nombres de todos los candidatos para cada puesto. Ojalá que en México se pudiera hacer esta cuantificación, pues sería una medida clara de la falta de credibilidad de lo que, en este país, ha dado en llamarse partidos políticos.

Si estas son las características operativas de la vida política en nuestro país, no sorprende que haya poca diferencia entre gobernantes y delincuentes, entre brazos armados de la delincuencia y las fuerzas de seguridad. Tampoco sorprende que exista un desarrollo limitado y pobre en las tareas de lucha contra el crimen, y que esto se continúe hacia un proceso judicial cuyos resultados deberían dar vergüenza, por los escasos porcentajes de comprobaciones de delito, condenas y continuidad de sentencias. No digamos nada del alto porcentaje de fugas, juicios incompletos, expedientes “perdidos” o amparos…

Quienes son dueños del poder político en nuestro país podrían, en algún momento, reflexionar y darse cuenta de que a nuestro México lo están convirtiendo en un país inviable que, cada vez más, se va rezagando en un mundo que se mueve hacia delante, gracias a los esfuerzos creativos en muchos países de quienes sí entienden la historia como proceso dinámico y son estimulados por su vida política a reunir a la ciudadanía, gratificar la creatividad y cultivar el entusiasmo de los que sí son capaces de enfrentar los desafíos que la misma historia nos ofrece, como país y como individuos.

jueves, 21 de mayo de 2009

Lloren conmigo, por Oaxaca y por México

Hace muchos meses, comenzó en Oaxaca una huelga de maestros, con un pliego petitorio que pedía soluciones salariales, de clasificación de plazas, etc. Se agregó la demanda de que se quitara al gobernador del estado. Al pasar los días, esta demanda tomó el lugar central del movimiento, de tal manera que poco se supo de las gestiones que tenían qué ver con lo laboral. Los huelguistas se posesionaron del centro de la ciudad capital, así como de espacios similares en otras poblaciones. Negociaciones iban y venían y, cuando parecía que ya había propuestas de acuerdo, repetidamente se rechazaban, generalmente por el grupo de manifestantes, y se volvía a la demanda de la renuncia del gobernador. El grupo de maestros en huelga se convirtió en el núcleo de un grupo más amplio, que se llamó Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, o APPO. Siguieron ocupando los lugares públicos centrales de Oaxaca, siguieron exigiendo que se quitara al gobernador, siguieron estorbando la vida comunitaria y amenazando con violencia, mientras acusaban a quien no estuviera de acuerdo con ellos, de represión, de violencia y de todas las culpas sociales, mientras ellos insistían en que constituían un movimiento “pacífico” y “no violento”.

Por su parte, las autoridades estatales, de la SEP, de la Secretaría del Trabajo y de la Secretaría de Gobernación, estuvieron todo el tiempo a la expectativa, siempre declarando que “seguirían la vía del diálogo” y evitaban confrontaciones que les hiciera objeto de nuevas acusaciones. Finalmente, se desplazaron fuerzas de la Policía Federal Preventiva, hicieron intentos de desalojar el centro de Oaxaca capital con resultados variables y procedimientos que cuidadosamente evitaron violencias mayores. Los manifestantes tomaron la Universidad estatal, que todavía intenta reanudar sus labores sin un resultado definido. Se prometió que habría clases en noviembre en todo el estado.

Los padres de familia, maestros jubilados, maestros voluntarios, y otros, han intentado realizar las labores educativas a lo largo del conflicto, muchas veces amenazados, atacados y violentados por los manifestantes, quienes se posesionaron de las escuelas y las cerraron como si fueran propiedad de ellos. Es difícil saber hasta dónde tuvieron éxito los esfuerzos de personas y grupos, y menos en forma cuantitativa, pues en muchas instancias eran acciones que se cuidaban de no ser descubiertas para no atraer la respuesta violenta de la APPO o sus componentes.

Yo he recorrido un camino emocional complicado en estos meses, referido a mis observaciones, opiniones, juicios y sentimientos acerca de estos hechos. Primero, para mí era claro que se trataba, desde el principio, de una maniobra política con fachada de conflicto laboral, originada y financiada por quienes optan por usar grupos de gente con pretextos que encubren verdaderas guerras de pandillas en México. Se fue descarando el objetivo del “movimiento” en pocas semanas, confirmando la hipótesis. Segundo, las acciones de las instancias gubernamentales, pasivas y cautelosas, claramente hablaban de que se procedía de manera de no caer en la provocación a la violencia, con lo cual se dejaba el campo libre al terrorismo social que se ejerce. En otras épocas, esperaba uno que los gobernantes tendrían identificados a los verdaderos protagonistas, con los que negociaban., amenazaban, detenían o desaparecían; en este gobierno, supongo que faltó la capacidad para este procedimiento, pero tiemblo al pensar que a lo mejor no sabían, o no se dieron cuenta, o no tuvieron los calzones para actuar—bien o mal—con conocimiento y prontitud.

A las pocas semanas, mi opinión acerca de la pobreza de capacidades, visión y sentido del deber de la autoridades, se extendió a los medios de comunicación, a los editorialistas que no hacían más que repetir las consignas de sus afiliaciones ideológicas, y a un país que vive engañado, creyendo los dos mitos de la actualidad: que el gobierno soluciona la vida de los pobres, y que vivimos en una democracia. Ninguna de las dos cosas es cierta, pues vivimos en un país que es pobre mientras la gente enaltece la pobreza, espera la chiche del gobierno y deja que otros piense por ella; la democracia comienza con el voto respetado, pero se ejerce cuidando que los gobernantes elegidos—léase los tres poderes—realicen sus funciones de acuerdo con los deseos de la gente, y no al revés, que la gente sea como ganado movido de un campo a otro por delincuentes que los explotan, como sucede con taxistas, puesteros y ahora con maestros oaxaqueños.

De la indignación he pasado a la tristeza. Piensen conmigo, en 60 000 maestros que no atienden a 1 300 000 niños, que se pasan seis meses sin trabajar, cuando mucho las consabidas 5 horas cada día, o cada turno. Son 300 000 horas por semana que, multiplicadas por 25 semanas, dan un total de 7 500 000 horas no trabajadas, aunque parece que las autoridades son tan estúpidas que se las pagaron. Piensen conmigo en los postulados idiotas de personas que admiran las sangrientas dictaduras de Stalin, y de Mao Zedon, y las ideas de Marx que tienen su mèrito como estudio de la sociedad, pero que requieren para su aplicación del nivel educativo de una Suecia para que todos participen y no degenere la sociedad en el país surrealista que padecemos. Y que conste, considero igualmente retrógrada la llamada ideología de derecha basada en un catolicismo persecutorio, rígido, autoritario y explotador.

Piensen conmigo, en cómo estos 60 000 maestros han desperdiciado la oportunidad de enseñar a muchos niños, para ayudarlo a avanzar para salir del oscurantismo ancestral que les permita vivir mejor. Piensen conmigo en que los primeros traicionados son los hijos de los propios maestros, que reciben como ejemplo la ignorancia, la incapacidad de entender la Historia para salir a otra era, y los espejismos que les venden los líderes voraces que buscan para sí el poder explotar mas gente.

Piensen conmigo, reflexionen conmigo, lloren conmigo por Oaxaca, por México, y sobre todo por los mexicanos engañados a los que no tenemos acceso para decirles: ven, piensa, decide, trabaja….Sí, lloren conmigo porque poco podemos hacer.

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