¿De qué tamaño es tu mundo?
Cada ser humano vive en la frontera que divide y une dos mundos: por un lado existe el mundo interior, hecho de aquellas características personales que definen y dibujan al individuo que vive en ese lado interno, desde donde se gobiernan las conductas que surgen de las decisiones que el propio individuo toma.
El otro lado, que comienza en la piel del sujeto, es el mundo externo que constituye el trozo del mundo en el que el individuo vive y que abarca todos los elementos del mundo exterior, desde la ropa que se pone hasta el punto más distante que pueda vislumbrar, conocer, participar y hasta aspirar a llegar, como sucede con las metas para la vida que nos podemos trazar.
Desde esta posición en la frontera de lo interno y lo externo, vivimos todos los días de nuestra vida: planeamos, actuamos, conocemos, abordamos primero en nuestra imaginación y después en las acciones que nos hacen protagonistas. Entonces llegamos, actuamos de preferencia con un plan secuenciado y tratamos de lograr cada una de nuestras metas. El conocimiento de este mundo externo nos va llevando a las formulaciones cada vez más amplias de nuestros planes. Vamos expandiendo nuestra actividad protagónica en la medida en que este mundo allá afuera nos llama, lo conocemos en parte, imaginamos lo que nos ofrece, decidimos participar y de acuerdo con un plan, emprendemos ese camino.
¿Cómo hacemos todo esto? ¿De qué manera estamos hechos, que podemos funcionar en el mundo externo? Las respuestas están por supuesto en el mundo interno, ese lugar a donde llega la información de lo que hay allá afuera, información que entra a un proceso primero de conocimiento (percepción, comprensión, jerarquización, entendimiento, conocimiento). El individuo analiza, comprende y decide qué, de lo que ve afuera, le llama a participar o cuando menos a explorar, comienza por imaginar cómo puede ser, qué puede encontrar, qué quiere lograr con su participación y hasta dónde quiere llegar en el conocimiento, participación y hasta en el manejo del mundo que lo rodea.
Estos dos mundos comienzan en el principio de cada vida, siendo pequeñitos. Van creciendo en la medida en que se alimentan mutuamente: el mundo interior va guardando las imágenes y todo lo que hay que saber de un mundo externo que se siente enorme, peligroso y abrumador en un principio, pero va siendo gradualmente objeto de curiosidad, exploración, percepción y finalmente conocimiento. Si vemos a los niños pequeños, este proceso es fácilmente observable y podemos irlo siguiendo, tanto en el actuar “afuera” como en el de constatar “adentro” en la manera directa en la que los niños transcurren por el mundo externo, incluidos nosotros los observadores, o expresan su conocimiento de su mundo interno, si nos eligen como interlocutores.
Podemos hacer lo mismo como un ejercicio para conocernos. El recuerdo de nuestras visiones más tempranas nos ofrece un punto de partida doble, el principio de nuestra vida, que podemos seguir como la secuencia de lo que nuestro Yo interno ha ido conociendo, de lo que ha ido dando forma a quiénes somos y cómo somos, y a las dimensiones de aquellos espacios que nos ha tocado recorrer y explorar del mundo exterior. También podemos repasar lo que hemos recorrido para decidir hacia dónde dirigir nuestras exploraciones actuales y las rutas que nos gustaría seguir en el futuro. Dentro del mundo interior, podemos hacer un recuento de lo que las experiencias nos han dejado, para decidir lo que podemos hacer como plan para nuevas exploraciones que, al expandir nuestra exploración de lo externo, nos deje dividendos en lo interno, de conocimientos, de experiencias, de posesiones o de funciones nuevas haciendo que el mundo externo vaya dejando nuevas estructuras en el mundo interno.
Día con día, nos demos cuenta de ello o no, este proceso de mediar entre nuestro mundo interno y nuestro mundo externo se va dando. Sólo tenemos que tomar conciencia de lo que pensamos y decidimos a cada momento dentro de nosotros mismos o de lo que decidimos, emprendemos y terminamos en el mundo que nos rodea, en el escenario real de nuestras vidas, que compartimos con el resto de la humanidad.
En ese proceso, no caben ni personas ajenas, ni máquinas que ayuden a nada. Estamos desnudos al mando de la nave de cada una de nuestras vidas. Estamos solos, sin padres ni maestros, a menos que acudamos a ellos. Pero en última instancia, decidimos y manejamos lo que pasa entre un mundo y otro de cada una de nuestras vidas.
Así que:
¿De qué tamaño es tu mundo?
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